miércoles, 5 de diciembre de 2007

Imagine…

Lo siento, Lennon, pero no soy capaz de imaginar lo que decías. En cambio, se imaginan ustedes que mañana aparecisen rotos los cristales de todas las sedes del partido socialista. Se imaginan pintadas de puntos de mira con la palabra Zapatero en el centro en las paradas del bus. Se imaginan que unos cuantos boicoteasen un acto de Magdalena Álvarez. Se imaginan que alguien saliese con una pancarta que pusiese Rubalcaba asesino, tu matasta a dos guardias civiles. Se imaginan que alguien del PP dijese que hace más daño la Educación para la Ciudadanía. Me imagino lo que diría la SER, El País y las televisiones. ¡Fue la extrema derecha!... Y se escucharía de fondo… ¡Y el PP!
A mí no me parecería raro que sucediese. Ya lo he visto antes. Ventanas rotas del PP, pintadas en la calle, Aznar asesino y en el punto de mira, Trillo asesino de militares… pero más matan las bombas de Irak…

No sé por qué la gente no es capaz de pensar por sí misma. Porque quienes me decían que sólo un grupo extremo y no el PSOE estaba detrás de la violencia contra el PP, hoy me dicen que es el PP el que está en contra del PSOE. No sé por qué los que se sentían acosados, no salen a defender a los nuevos acosados.

Vi una imagen. Una manifestación en contra del gobierno. Me venden que es la derecha, la Asociación de Víctimas del Terrorismo, incluso alguno mete al Foro de la Familia. No fue una manifestación oficial. Se produjo en la calle, mientras se guardaba silencio por las últimas víctimas de ETA. Y ojalá fuesen las últimas. Vi una imagen. Un diputado del PP al lado de un diputado del PSOE. Sufriendo en la calle. Sufriendo ante unos energúmenos. ¿Por qué la culpa la tiene lo que piensan y no su actitud? ¿Por qué la culpa es la derecha y no esas personas? ¿Por qué?

Ganó el NO! Ganó Venezuela!… ¿De verdad?

Hay datos que siempre se olvidan. Lo importante es estar convencido de nuestras propias ideas, no vaya a ser que nos pongamos a pensar, que nos asalte la duda y lo que vemos en la caverna no sea cierto. Alguno se extrañará de que alguien como yo, que tanto discrepa con Platón, hable del mito de la caverna, pero es un mito que me encanta.
Hablemos de Venezuela. Ganó el No en el referendum de Chávez y la gente sale a la calle gritando que ganó Venezuela, como si el Sí hubiera sido la derrota de Venezuela y la victoria de Chávez. He aquí el eje de la política venezolana. ¿Chávez es Venezuela o Venezuela no es Chávez?

Vayamos por partes. Todos los periódicos dicen que el No ganó al Sí ¿por cuánto? Por más de un 1%, una victoria “pírrica” según el “kaiser” y “führer” venezolano, en el sentido de mandamás y líder espiritual de su pueblo. Evidentemente ya están aquí los amigos de los números. El No obtuvo el 50,7% de los votos y el Sí, el 49,3%; por tanto la escasa diferencia del 1,4% ha tumbado la reforma constitucional de Chávez. Permítanme decir que a quien le guste jugar con los números puede hacer muchos otros cálculos, como que la diferencia no es del 1,4% sino del 0,79%, todavía más pequeña. El No obtuvo el 50,7% de los votos “emitidos” que en el total de votantes se traduce en el 28,34% (carays, aquí si que hay diferencia y no un 1%). El Sí obtuvo el 49,29% de los votos emitidos, que suponen un 27,55% del total de votantes. Por tanto, la diferencia es del 1,4% de los votos emitidos y del 0,79% del total de votantes. Queridos amigos, las matemáticas son muy divertidas.

Supongamos que Venezuela esté compuesta por 150 personas. Resulta que 45 dicen que No, 43 que Sí, y 70 no dicen nada. Gana el No por 2 personas. ¿Y qué pasa con esas 70 personas? ¿Quién las cuenta? ¿Por qué no aparecen en los datos? Quizás gana el no porque esas 70 personas no dicen nada, o no gana el sí por lo mismo. Los datos reales han sido estos: 15.895.055 personas podían votar. Lo han hecho 8.883.746 (55,89%) y no lo han hecho 7.011.309 (44,11%). De los que han votado, 4.504.354 (28,34% del total) han dicho que No y 4.379.392 (27,55%) han dicho que sí. Los que no han votado o no le tenían claro o no les importaba la solución. El caso es que 124.962 personas (0,79%) tienen más claro el No que el Sí a la nueva constitución. Victoria pírrica. Créanme, 125.000 personas son muchas personas y da mucho que pensar. No se trata de 1,4% o de 0,8%. Se trata de personas. Las matemáticas son un lenguaje para explicar la realidad y como todo lenguaje es subjetivo, interpretable. Dos más dos son cuatro. De acuerdo. Pero ¿por qué los sumas y no los restas? Dos menos dos son cero. ¿Qué hacemos con los números? He ahí el problema de la matemática para explicar la política.

Decía más arriba que el problema político de Venezuela es el significado de Chávez. Más allá del referéndum que se acaba de hacer y que se puede seguir haciendo hasta que gane quien tenga que ganar, o lo que diga la constitución sobre la centralización del poder en un único Presidente, que es el problema “antidemocrático” de la Constitución y no el que Chávez pueda ser reelegido, pues en España también se puede reelegir a los presidentes. El problema político de fondo es el significado de Chávez. Para él y para los suyos, él encabeza una concepción de Venezuela como un pueblo unido bajo los designios del marxismo. Para otros muchos, Chávez es una parte de Venezuela, que hay que mantener o que hay que destruir, pero no es Venezuela. La estrategia de Chávez no es identificarse con Venezuela, cosa que ha hecho desde siempre, sino que los demás lo identifiquemos con Venezuela. Si lo consigue habrá ganado. No importa tanto lo que vote el 1% de la gente, que lo que piense.


P.D. No dudo que en la práctica el 1,4% o el 0,7% sean los que hayan permitido que no se ponga en marcha la constitución de Chávez, pero lo que pongo en duda es que la legitimidad de la constitución se base en votos y no en ideas. Y no, los votos no se traducen en ideas, ni las ideas en votos.

¿Qué queda fuera del progresismo? Un último comentario

Pues quedamos mucha gente, entre otros los que no aceptamos que esté todo dicho y haya que resignar la cabeza ante los gurús del progresismo, la izquierda, la socialdemocracia. Si quieren debatir, hagámoslo, pero no desde su superioridad moral y sus premisas de que lo suyo está bien y el resto no.
No es que seamos “fachas” como ellos dicen. Aunque los “fachas” no sean progresistas, sólo son una parte del ruido que existe fuera de la izquierda, porque la izquierda suena armoniosa, como la música celestial.

Entre ese ruido están los “fachas”, los que quieren la revolución social a través de la militarización de la vida civil. Están los “antifascistas” que imponen el imperio y la ley de la violencia frente a la violencia fascista. Sálvese quien pueda. La ley de Talión. Más de dos mil seiscientos años desde que Solón intentó explicárselo a los atenienses y aún seguimos en las mismas. Están los conservadores, los defensores del orden natural, aunque éste vaya cambiando con el tiempo. Ahora su orden natural es la familia, la propiedad privada y el libre mercado… Ja, ja, ja… La familia, sí, la que ellos entienden como tal. La propiedad privada de ellos, pero no la de los demás y el libre mercado siempre que esté protegido para echarse ellos una partidita. Están los liberales, los que siguen discutiendo el significado de la libertad y la responsabilidad, pero ocultos y escondidos porque ya no parecen de este mundo. De hecho, todas las teorías de hoy se consideran liberales… Nos enseñan que el liberalismo acabó con el antiguo régimen… ¡Y un cuerno!... El Antiguo Régimen cambió de manos para callar al liberalismo, pero ya me explicaré en otro momento. Existen los cristianos, los católicos, los musulmanes, los nacionalistas, etc. Existen una gran multitud de identidades que no son “progresistas”, pero por no serlo, no son necesariamente “fachas”. De hecho pueden estar muchísimo más lejos del fascismo de Mussolini que la izquierda que quiere desentenderse de él y utiliza los mismos medios: el poder que controla la sociedad y su destino.

El posmodernismo, idolatrado por la izquierda sin saber lo que significa y discutido por la derecha, no vaya a ser otra arma cultural del “progresismo”, aún tiene mucho que desarrollarse. De momento, en cuanto al juego de identidades me parece la única teoría aceptable. Cuando entiendes el pensamiento de Mouffe y Laclau, entiendes mucho del comportamiento político, por lo menos, mucho más que siguiendo esas ya viejas teorías del beneficio individual. Otra cosa es que no tengas las mismas ideas políticas que ellos, que quienes estuvieron presentes en el mayo del 68 y abogaron por continuar la estrategia cultural de Gramsci.

Los críticos del posmodernismo vienen a decir una vez más en la historia, que el relativismo ético destruye la gran herramienta del hombre, la razón. Exageran diciendo que el relativismo ético lo permite todo, que niega la razón; que nada puede ser bueno o malo, que no existen afirmaciones absolutas o realidades objetivas; me recuerdan a Platón cuando escribía cómo Sócrates aleccionaba a los sofistas… pero nunca se acuerdan de la respuesta de Protágoras. Me recuerda que hay una razón todopoderosa a la que tengo que hacer caso, el lógos que buscaba Heráclito mucho antes que el idolatrado Sócrates, léase Aristóteles, Santo Tomás, Kant o los gurús de la verdad auténtica. La exageración del relativismo les lleva a decir que si nada puede ser moral, es decir, bueno o malo, nada tiene sentido y por tanto la vida carece de él, no merece la pena luchar por nada. Pero el relativismo ético tiene sus límites. No todo vale, aunque concibe la ética como un espacio para el juego entre varias lógicas. No rechaza la razón, la multiplica, la agranda. No acepta una razón única, sino múltiples razones al servicio del conocimiento, como ahora están afirmando los neurólogos.

Es gracioso, pero lo único que sé de forma absoluta es que
todo es relativo; y éste conocimiento absoluto es relativo porque hay quien no piensa lo mismo que yo.
“¿Qué tiene de malo ser progresista?” Me preguntaron. No creo que sea malo, pero yo no lo soy y en fin, si soy liberal es porque prefiero pensar libremente antes de que me digan lo que tengo que pensar.


P.D. Para ser progresista no es necesario haberse leído a Marx, Lenin, Rosa Luxemburgo, Gramsci, Lukacs, Horkheimer, Adorno, Fromm, Marcuse, Laclau, Mouffe, etc. Basta con ser “políticamente correcto”. Para ser liberal, basta con pensar libremente sobre lo políticamente correcto.

La aventura progresista. Episodio final.

A partir de los años setenta, el “progresismo” se identifica con lo “políticamente correcto” y quien cuestione cualquier verdad “progresista” es un “facha”. Es obligatorio ser de izquierdas. No hay que conquistar ya el Estado para llegar a la dictadura del proletariado, sino que uno puede valerse del Mercado y de la Democracia. Lo importante es controlar los espacios donde se originan las ideas y la cultura. La dictadura de la izquierda hace tiempo que abandonó el materialismo histórico y se centró en las cabezas. Recuerden cuando hablábamos de Gramsci. Para no ser marxistas, cuánto se parecen, ¿verdad?
¿Y qué es lo políticamente correcto? El Estado de Bienestar, la gestión pública de las pensiones y el desempleo, la nueva ley de la dependencia; el sistema público de educación, al que suelen llamarlo “gratuito” y “obligatorio” pese a que no existe nada gratuito y lo obligatorio no es que sea una decisión muy personal; la seguridad social, el ejército nacional de médicos y enfermeras para cuidarnos; el batallón de funcionarios que te mandan de ventana en ventana, aliados del Estado y por tanto, necesarios para la consecución del “progresismo”; la justicia social, sea lo que sea; la redistribución de la riqueza, hecha por quienes saben cómo hay que redistribuir, los filósofos que Platón quería que gobernasen; la idea de que el capitalismo creó el Tercer Mundo, olvidándose de que el Segundo Mundo era el comunismo y desapareció, y que después proliferó por el Tercer Mundo y volvió a fracasar; la idea de la ONU como madre del “progresismo” y el diálogo entre civilizaciones, aunque Savater diga que sólo hay una cvilización material y el resto son culturas; ¡Ah! Y la naturalidad de las relaciones sexuales. No se trata de un espacio privado e íntimo, sino de una expresión abierta de placer. No porque uno quiera tener relaciones, sino porque el catoliscismo nos ha reprimido. Lo primero es un argumento liberal, añadiendo la responsabilidad que conlleva toda acción humana y por tanto, toda relación sexual. La segunda es un argumento progresista. Las consecuencias ya las resolverá la “sociedad”, no yo. Si las relaciones sexuales dan sentido a nuestra vida, están más allá del compromiso, es decir, del matrimonio. Por tanto, la infidelidad es posible. No como decisión individual de la que uno se haga responsable, sino como necesidad de la persona que tiene que ser comprendida. El rechazo a la infidelidad es de conservadores y tradicionalistas que no aceptan la “libertad sexual”. Pero es que no se trata de libertad, sino de compromiso. Uno es libre y libremente puede aceptar un compromiso. Pero una vez que adquiere un compromiso debe cumplirlo, no puede olvidarlo por el hecho de que es libre. Y si lo incumple debe de ser responsable de las consecuencias que produzca no cumplir su acuerdo. No es una actitud liberal, sino una actitud “contracultural” por ese odio que profesa el “progresismo” contra el cristianismo. Y la idea de la sexualidad le lleva a la defensa del preservativo, no para combatir el SIDA como se dice ahora, sino para fomentar las relaciones sexuales; y a la idea del aborto para no ser responsables de las acciones; la naturalidad de la homosexualidad, no bajo una premisa liberal de la condición de sexual, sino como un atentado contra la cristiandad, vamos a darle donde más le duele y que nadie jamás diga que es una enefermedad. Enfermos son los que piensan que es una enfermedad. La homosexualidad es natural y no se puede opinar de otra manera. Los derechos de los gays y lesbianas, no a ser personas como les reconce el liberalismo, sino de ser ciudadanos de izquierdas, que es mucho más prestigioso.

Básicamente, lo políticamente correcto es decir que el Mercado es malo, la propiedad privada es mala y el catolicismo es malo. Y luchar siempre y cuando se pueda hasta la victoria, como decía el Ché.

Alguien me dijo una vez que gracias a la familia, el mercado y el código moral cristiano, el primer mundo ha llegada hasta donde ha llegado y que en lugar de alegranos por ello y dar ejemplo, hemos preferido lapidarnos y enterrarnos. El miedo al éxito, quizás. Me lo pregunto muchas veces. ¿Por qué el progresismo occidental se basa en el odio al enemigo? Nació en Occidente y odia occidente. ¿Tendrá el complejo de Edipo? Qué occidental para no reconocerse a sí mismos en occidente.

Y para los que aún me dicen que el “progresismo” no es el pensamiento único, es fácil contestar. Si uno ojea un periódico se dará cuenta de que estamos muy sensibilizados con el medio ambiente, el gran problema de la humanidad debido a la contaminación capitalista, pero en ninguno leerán que el capitalismo ha sido capaz de reducir el hambre en el mundo y que si no fuera por la acción protectora de los Estados, es decir, la actitud “progresista”, el hambre se hubiera acabado en el mundo hace ya bastante tiempo. Pero ahora que mueran los árboles es más importante que que mueran personas, porque son la excusa perfecta para la causa “progresista”.
Lo siento, el “progresismo” son las ideas de una élite que juega fácilmente con las masas, atribuyendo significados que no tienen al mercado, a la esfera privada y a las personas. Enhorabuena Gramsci, funcionó la estrategia.

La aventura progresista. Episodio VI.

Mientras hablamos de cómo se desarrolla el “progresismo” conviene tener alguna otra referencia de aquellos familiares que dejó en el camino. Vaya, otra vez usando un vocabulario conservador, tradicional y católico para hablar de la izquierda. Qué mal por mi parte.
Me refiero al comunismo, a la Internacional Comunista, no a las payasadas internacionales que habían fracasado antes de la I Guerra Mundial, a la Kominterm, a la conciencia del marxismo. Si hay que crear “marxistas” hay que definir lo que es un “marxista”. La Kominterm era a la conciencia lo que la Cheka a la sociedad. La Kominterm vigilaba que se pensase correctamente y la Cheka era la policía secreta que hacía que la gente se comportase como se tenía que comportar. Münzenberg, antiguo compañero de Lenin, fue el responsable de dirigir la máquina del marxismo, la que estaba llamada una vez más por los designios de la providencia a cambiar la mentalidad de occidente. Pero Müzenberg ya sabía que el tiempo no daba la razón, que la razón había que conseguirla como Lenin consiguió el poder. Así que la Kominterm se convertió en una “agencia de noticias”, un centro de difusión de informaciones y desinformaciones. Qué curioso que los medios de comunicación estén tan relacionados con el poder, ¿verdad? No sólo Hitler tenía un control casi absoluto de la información, ni Franco era el Generalísimo de la censura o la Iglesia Católica era la dueña de la moral en la Edad Media. Cuando el poder está centralizado, el poder corta la libertad. No es cuestión de quién, sino de cómo. Incluso en democracia, el poder y la información cohabitan en un mismo espacio. Esto es lo que voy a hacer y esto es lo que tienes que decir.

Volvamos a la Kominterm. Además de una “agencia de noticias”, una cocina de información, sirvió de plataforma para periódicos, revistas, radios y productoras del séptimo arte, el cine, ese nuevo medio de expresión de ideas y creación de conciencias. Pero ¿qué ideas propagaron por Europa? Básicamente una: quien esté en contra de los comunistas es un fascista. Cuando alguien se oponga al comunismo, léase también, progresismo, se le tachará de fascista o de nazi. Esta repetición provocará una asociación de ideas y si se hace en un número suficiente de veces, la gente se lo acabará creyendo ¿Les suena? Hace poco se lo escuché a Chávez y casi todos los días a la izquierda progresista. Quien esté en contra de su pensamiento es un fascista.

El enemigo ya no es Occidente que es una palabra que aún tiene mucho poder. Ni la Iglesia Católica que parece que también lo tiene. El enemigo es el fascismo, que es más fácil de derrotar. Si eres comunista, no eres fascista. Si eres anti-fascista, eres comunista. Esa es la seña de identidad de la Kominerm. O traído a lo que se dice hoy en día. Si eres progresista eres antifascista. Si eres antifascista, eres progresista. Una estrategia estupenda que se ha filtrado de lleno en el pensamiento de hoy. Menos mal que algunos sabemos explicar que políticamente se puede ser algo distinto al fascismo y al progresismo.

Pero no sólo el comunista era antifascista, sino que era un intelectual, un avanzado, alguien que buscaba el progreso de la sociedad… Lo han adivinado, un progresista. “Escritores del mundo, uníos”. Supongo que esa habría sido la nueva consigna para periodistas, novelistas como Hemingway, dramaturgos como Bretolt Brecht, científicos y el séptimo arte, el mundo del cine que tanto gusta hablar de la caza de brujas y la persecución del comunismo. Ya se sabe que los perseguidos tienen un sitio ganado en el cielo.


P.D. En el próximo capítulo volvemos a la tradición progresista.

La aventura progresista. Episodio V.

Herbert Marcuse es uno de los autores que se estudian en filosofía, aunque yo recuerdo haber llegado a Descartes y acabarse el curso escolar. Por eso no soy de los que odian la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía, porque creo que existen profesores que son personas y no robots y aunque la élite socialista les diga que enseñen la verdad socialista, acabarán enseñando mucho o poco y los alumnos lo olvidarán tarde o temprano. Ésa es la educación de hoy, no lo olvidemos.
Políticamente, Herbert Marcuse es sinónimo de la “Teoría Crítica” y célebre por su frase que cautivó los años 60: “haz el amor y no la guerra”. Cuando muchos de sus compañeros de Escuela regresaron en los años 50 a Alemania, después de la experiencia del nacionalsocialismo; Marcuse se quedó en los EE.UU, admirado como era por los jóvenes de entonces. “Haz el amor y no la guerra” decía, pero creo que él dedicó más tiempo a su guerra que al amor. De hecho la frase que esconde el “progresismo” debería ser: “haz el amor, mientras yo hago la guerra”. “Pan y circo”, que ya decían los romanos.

La “Teoría Crítica” dice que hay que ser críticos con la sociedad occiental; no con los “progresistas”, naturalemente. Pero ser críticos no significa ser pensadores como se ha sido desde Tales de Mileto hasta Ortega y Gasset. Ser críticos significa llevar a Occidente a la crisis de su pensamiento. Al punto en el que aparecerá la nueva conciencia occidental… el marxismo, perdón, el “progresismo”. Es que se parecen mucho las fuentes teóricas a los neopensamientos. Aquéllos pregonaban la lucha de clases, la dictadura del proletariado y la sociedad sin clases. Los nuevos propugnan la lucha de “occidentes”, el tuyo o el mío, la consecución del poder y la nueva sociedad del progreso.

El caso es que hay que criticar a Occidente, sobre todo a sus pilares económicos y morales. En lo económico, el intervencionismo y la planificación estatal no puede dejar espacio al liberalismo; es más, el poder político tiene que aliarse con las grandes empresas y los bancos para evitar cualquier posible cambio. Aunque haga falta nos inventamos un nombre como el del neoliberalismo y a dominar el mundo. En política, defenderemos la democracia. No hay que convencer a la gente, sino contar con el apoyo de la mayoría. Se presta fácil a nuestro juego. En lo moral, lucha encarnizada contra judíos y cristianos. Evidentemente, estas no son palabras de Marcuse, sino consecuencias políticas de sus palabras.

Occidente es malo y represivo, subordina a las minorías, a los “negros”, a las mujeres, a los homosexuales y se ha convertido en el Imperio que destruye el resto de civilizaciones, Occidente es un fascismo encubierto… Nuevos vientos, viejos aires: el Capitalismo es malo, oprime a la clase proletaria y se extiende subordinando todo a su interés… El Capitalismo, perdón, Occidente es malo y hay que eliminarlo… Es curioso que se diese este pensamiento dentro de Occidente, tan malo y represor, que no dejaba a los “progresistas” dar su particular visión del mundo.

La “teoría crítica” es curiosa porque aboga por lo mismo que critica. Criticaban que Occidente era una máquina que tenía preso al individuo y no le dejaba pensar con libertad. Que el cristianismo y el judaísmo, la familia y el capitalismo, la patria y la tradición, todo estaba organizado para que el hombre fuera sumiso. Quien quiera la libertad que abrace el “progresismo”, como en otro tiempo había pedido el cristianismo, qué curioso. Sin embargo, si uno abraza el “progresismo” se encuentra que no es libre de aceptar o no a la familia, a la patria o a la tradición, sino que tiene que aceptar el pensamiento único y moral del “progresismo”.

Me explicaré mejor. Después de la “teoría crítica”.. de Occidente, claro… Marcuse escribe su besteller académico, “La tolerancia represiva”. Los burgueses, la clase media dice que tolera. ¡Falso! Tolerar es sinónimo de represión. Los burgueses reprimen. La libertad de expresión es una represión. No se puede admitir la “libre expresión”, sólo la verdadera, la auténtica, la expresión de la izquierda, el progresismo, lo políticamente correcto. ¿Me explico?


P.D. El próximo capítulo será un inciso sobre la URSS, pero pequeño.

La aventura progresista. Episodio IV.

En esta aventura progresista habíamos dejado a Gramsci escribiendo desde la cárcel, que no desde la celda de Bécquer. En cierta forma creo que Gramsci es el padre de la criatura, del “progresismo”, pero la familia es más grande… y disculpen por usar los términos conservadores de la familia para hablar del “progresismo”, quizás sea una pizca de malicia por mi parte.
Gramsci se dio cuenta de que el “progresismo” tenía que ganar en el mundo de la cultura, de los significados compartidos. Pero dije que no fue el único, sino de los pocos. También llegó a la misma conclusión Lukacs.

Pero antes de hablar del húngaro, sólo una pequeña anotación para no confundirnos. El comunismo y el “progresismo”, aunque con fuentes comunes se fueron desarrollando por separado. El comunismo es Stalin, Mao, Che Guevara, Fidel Castro e incluso Chávez en nuestros días. El “progresismo” tiene otros nombres.

Al igual que con Gramsci, dudo mucho que los “progresistas” sepan quién fue el húngaro Gregory Lukacs. Supongo que alguno habrá, pero quizás sea más popular la maravillosa Escuela de Frankfurt y su joven Marcuse. Efectivamente, en torno a los años 20 (del s. XX, claro), Lukacs y otros camaradas del Partido Comunista Alemán, crearon el Instituo de Investigación Social, ligado académicamente a la Universidad de Francfort, para continuar los planteamientos teóricos de Gramsci, es decir, conseguir la Universidad para dar forma a la cultura “progresista”. La Escuela de Francfort consiguió prestigio con Max Horkheimer, Theodro Adorno, Erich Fromm y su gran joya, Herbert Marcuse. Pero llegó Hitler y su nacionalsocialismo, que por mucho que me digan que no tenía nada de nacionalismo ni de socialismo, yo se lo encuentro por todas partes. La nación alemana es de los alemanes y los alemanes tienen que unir sus fuerzas en beneficio de los alemanes. Pero esa es otro historia que ya contaré. El caso es que llegó el nacionalsocialismo de Hitler y sus científicos, ¡ups, perdón! Que no está bien diche relacionar la ciencia con una persona tan mala… Pues eso, que llegó Hitler, los ideólogos del “progresismo” huyeron. ¿A la URSS como Gramsci? No. A los EE.UU. A la Universidad de Columbia, Nueva York.

Pero antes de hablar de la Escolástica de Marcuse y la contrarrevolución, acabaré hablando algo más de Gregory Lukacs, que lo dejó por ahí arriba. Gregory Lukacs fue comisario de cultura del comunismo de Bela Kum. Lukacs llevó a la práctica lo que Gramsci sólo había pensado. Hay que destruir los pilares de Occidente, por ejemplo, la sexualidad. La tradición moral de Occidente, y no sólo anclada en el cristianismo, se basaba y quizás aún resista con el paso del tiempo, en una concepción íntima de la sexualidad. Lukacs defendió el amor libre y el intercambio sexual, una necesidad humana a la que hay que dar salida, una necesidad oprimida por la religión y la familia, por la idea de la monogamia, el límite al placer natural. Y lo hizo poniendo en práctica un programa de educación sexual en los colegios. ¿Les suena a las políticas del nuevo “progresismo”, la izquierda del s.XXI? La sexualidad ha sido desde entonces un pilar del “progresismo”, pero no entendida como la libertad de conducta sexual, sino como enemiga de la concepción de la familia tradicional. No significa lo mismo decir que dos personas libremente pueden mantener una relación sexual, que decir que no es necesario el matrimonio para mantener relaciones sexuales. Uno incide sobre la “libertad individual” y el otro en la oposición a la “familia”, concepto conservador y por qué no, católico. Lo mismo ocurrirá con el divorcio o el uso del preservativo. La definición del progresismo se basa en humillar al contrario, en este caso, a la religión, al cristianismo, a la iglesia católica y a la familia. Es curioso ver como en la actualidad, a un lado sigue estando el “foro de la familia” y al otro, los “progresistas”. Pero los primeros han ido perdiendo su identidad y tienen que justificarse ante la sociedad, mientras que los segundos, ya no lo necesitan.

Para quien quería mi opinión sobre “los progres”. Defiendo la idea de libertad frente a la de imposición o esclavitud, pero no frente a un grupo libre que piensa de forma distinta. No estoy contra la Iglesia o contra una Asociación, sino contra los límites que pueden establecer. Quiero ser libre de usar un preservativo, no usarlo para joder o cómo dicen algunos “progres”: follarse a la derecha.


P.D. Ahora sí. El próximo episodio sobre Herbert Marcuse