miércoles, 5 de diciembre de 2007

La aventura progresista. Episodio I.

Me han pedido que siga hablando de eso que se llama “progresismo” o “izquierda”. Quizás lo más fácil sea hablar un poco de su historia o de historias para dar después mi opinión.
Aunque para mí es obvio, hay que explicarlo. El progresismo no es marxismo. Je, je, je. O eso dicen “los progres”. Marx se equivocaba, no en todo, pero la izquierda de hoy ya no somos los marxistas de antes. Evidentemente, la aventrua progresista está anclada en el marxismo clásico.

Y perdonen que explique otra obviedad. El marxismo clásico no nace con Marx. Digamos que Marx sólo es un eslabón en la cadena, pero se convierte en el eje central de una teoría polítia que toma su nombre para crear una identidad propia. Las raíces de su pensamiento son muy antiguas, si me lo permiten ustedes, ya había marxistas en la Antigua Grecia, claro que recibían otro nombre porque Marx todavía no había nacido.

El marxismo clásico es determinismo. La naturaleza tiene establecida su propia ley y su propio destino. Los pobres se enfrentarán a los ricos. Lean cualquier tragedia griega y podrán entender lo que es el determinsmo mejor de lo que yo pueda expresarlo. El marxismo clásico es materialismo, es una teoría objetiva del valor, ¿qué es el valor? ¿cómo se mide? El marxismo clásico es dialéctica, conflicto, pero con una solución. El marxismo clásico es la teoría de la propiedad de los medios de producción como elemento de poder, la lucha de clases para alzarse con esos medios y alcanzar la dictadura del proletariado.

El marxismo clásico critica al capitalismo, el nuevo modelo económico que surge con las revoluciones liberales. Cuando las personas se libran de las ataduras de los gremios medievales y de las armas de las naciones, los nuevos Estados. El marxismo insiste en que el capitalismo es malo y voraz, es salvaje y a quienes genera pobreza, el proletariado, los acabará uniendo y acabarán con él. Proletarios del mundo, uníos.

Si no creo en el determinismo y sí en la capacidad de decisión de las personas; si no creo en el valor objetivo sino en la capacidad subjetiva, es decir, la capacidad que tienen las personas para valorar; si no creo en la única solución a los conflictos, sino en un amplio abanico de soluciones; si no creo que la propiedad es el único poder, sino uno de los muchos poderes que existen; si no creo que el capitalismo sea malo, sino las personas; si no creo en ninguna base del marxismo, ¿por qué voy a aceptar el progresismo? Sigamos con la historia.

El marxismo clásico tuvo repercusión en dos ámbitos políticos. El primero fue en el movimiento obrero y el segundo en el socialismo. En cuanto al primero le dio las claves para convertirse en una identidad colectiva y luchar por el poder. Pero no por las ideas políticas del marxismo, sino por su lógica de la creación de identidades. Y aunque me quieran hacer ver que marxismo y movimiento obrero son lo mismo, son dos cosas bien distintas. Y si se juntan es por la capacidad de las identidades de incluirse unas en otras, pero el movimiento obrero también está presente en el anarquismo, en el sindicalismo, en el nacionalismo, en el nacionalsocialismo, en el fascismo, en el franquismo, en el movimiento conservador e incluso en el pensamiento liberal.

En cuanto al socialismo y las ideas de vivir en comunidad de Blanc, Fourier, etc., las ideas políticas del marxismo le dieron un lenguaje político. Al fin y al cabo, el marxismo era el socialismo científico y no el utópico. Rosa Luxemburgo era partidaria de que los proletarios fueran aprendiendo este lenguaje, que estaban predestinados a ser los poderosos en una sociedad sin clases, como si tal cosa fuera posible; no fuera a ser que el tiempo les cogiese sin estar preparados y acabasen siendo los “oprimidos” de la “sociedad sin clases”. Vladimir Illich Ulianov también lo entendió muy bien y se convirtió en Lenin. El capitalismo hará que nos unamos y luchemos contra el capital, pero como va a tardar en hacerlo, adelante camaradas. Lenin quiso adelantarse al tiempo, no fuera a ser que el tiempo de la revolución nunca llegase. Y hubo un tercer bando, el del revisionismo de Gramsci y sus cartas desde su celda.


P.D. En el próximo episodio: marxismo y la I Guerra Mundial.

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