miércoles, 5 de diciembre de 2007

¿Qué queda fuera del progresismo? Un último comentario

Pues quedamos mucha gente, entre otros los que no aceptamos que esté todo dicho y haya que resignar la cabeza ante los gurús del progresismo, la izquierda, la socialdemocracia. Si quieren debatir, hagámoslo, pero no desde su superioridad moral y sus premisas de que lo suyo está bien y el resto no.
No es que seamos “fachas” como ellos dicen. Aunque los “fachas” no sean progresistas, sólo son una parte del ruido que existe fuera de la izquierda, porque la izquierda suena armoniosa, como la música celestial.

Entre ese ruido están los “fachas”, los que quieren la revolución social a través de la militarización de la vida civil. Están los “antifascistas” que imponen el imperio y la ley de la violencia frente a la violencia fascista. Sálvese quien pueda. La ley de Talión. Más de dos mil seiscientos años desde que Solón intentó explicárselo a los atenienses y aún seguimos en las mismas. Están los conservadores, los defensores del orden natural, aunque éste vaya cambiando con el tiempo. Ahora su orden natural es la familia, la propiedad privada y el libre mercado… Ja, ja, ja… La familia, sí, la que ellos entienden como tal. La propiedad privada de ellos, pero no la de los demás y el libre mercado siempre que esté protegido para echarse ellos una partidita. Están los liberales, los que siguen discutiendo el significado de la libertad y la responsabilidad, pero ocultos y escondidos porque ya no parecen de este mundo. De hecho, todas las teorías de hoy se consideran liberales… Nos enseñan que el liberalismo acabó con el antiguo régimen… ¡Y un cuerno!... El Antiguo Régimen cambió de manos para callar al liberalismo, pero ya me explicaré en otro momento. Existen los cristianos, los católicos, los musulmanes, los nacionalistas, etc. Existen una gran multitud de identidades que no son “progresistas”, pero por no serlo, no son necesariamente “fachas”. De hecho pueden estar muchísimo más lejos del fascismo de Mussolini que la izquierda que quiere desentenderse de él y utiliza los mismos medios: el poder que controla la sociedad y su destino.

El posmodernismo, idolatrado por la izquierda sin saber lo que significa y discutido por la derecha, no vaya a ser otra arma cultural del “progresismo”, aún tiene mucho que desarrollarse. De momento, en cuanto al juego de identidades me parece la única teoría aceptable. Cuando entiendes el pensamiento de Mouffe y Laclau, entiendes mucho del comportamiento político, por lo menos, mucho más que siguiendo esas ya viejas teorías del beneficio individual. Otra cosa es que no tengas las mismas ideas políticas que ellos, que quienes estuvieron presentes en el mayo del 68 y abogaron por continuar la estrategia cultural de Gramsci.

Los críticos del posmodernismo vienen a decir una vez más en la historia, que el relativismo ético destruye la gran herramienta del hombre, la razón. Exageran diciendo que el relativismo ético lo permite todo, que niega la razón; que nada puede ser bueno o malo, que no existen afirmaciones absolutas o realidades objetivas; me recuerdan a Platón cuando escribía cómo Sócrates aleccionaba a los sofistas… pero nunca se acuerdan de la respuesta de Protágoras. Me recuerda que hay una razón todopoderosa a la que tengo que hacer caso, el lógos que buscaba Heráclito mucho antes que el idolatrado Sócrates, léase Aristóteles, Santo Tomás, Kant o los gurús de la verdad auténtica. La exageración del relativismo les lleva a decir que si nada puede ser moral, es decir, bueno o malo, nada tiene sentido y por tanto la vida carece de él, no merece la pena luchar por nada. Pero el relativismo ético tiene sus límites. No todo vale, aunque concibe la ética como un espacio para el juego entre varias lógicas. No rechaza la razón, la multiplica, la agranda. No acepta una razón única, sino múltiples razones al servicio del conocimiento, como ahora están afirmando los neurólogos.

Es gracioso, pero lo único que sé de forma absoluta es que
todo es relativo; y éste conocimiento absoluto es relativo porque hay quien no piensa lo mismo que yo.
“¿Qué tiene de malo ser progresista?” Me preguntaron. No creo que sea malo, pero yo no lo soy y en fin, si soy liberal es porque prefiero pensar libremente antes de que me digan lo que tengo que pensar.


P.D. Para ser progresista no es necesario haberse leído a Marx, Lenin, Rosa Luxemburgo, Gramsci, Lukacs, Horkheimer, Adorno, Fromm, Marcuse, Laclau, Mouffe, etc. Basta con ser “políticamente correcto”. Para ser liberal, basta con pensar libremente sobre lo políticamente correcto.

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