miércoles, 5 de diciembre de 2007

La aventura progresista. Episodio final.

A partir de los años setenta, el “progresismo” se identifica con lo “políticamente correcto” y quien cuestione cualquier verdad “progresista” es un “facha”. Es obligatorio ser de izquierdas. No hay que conquistar ya el Estado para llegar a la dictadura del proletariado, sino que uno puede valerse del Mercado y de la Democracia. Lo importante es controlar los espacios donde se originan las ideas y la cultura. La dictadura de la izquierda hace tiempo que abandonó el materialismo histórico y se centró en las cabezas. Recuerden cuando hablábamos de Gramsci. Para no ser marxistas, cuánto se parecen, ¿verdad?
¿Y qué es lo políticamente correcto? El Estado de Bienestar, la gestión pública de las pensiones y el desempleo, la nueva ley de la dependencia; el sistema público de educación, al que suelen llamarlo “gratuito” y “obligatorio” pese a que no existe nada gratuito y lo obligatorio no es que sea una decisión muy personal; la seguridad social, el ejército nacional de médicos y enfermeras para cuidarnos; el batallón de funcionarios que te mandan de ventana en ventana, aliados del Estado y por tanto, necesarios para la consecución del “progresismo”; la justicia social, sea lo que sea; la redistribución de la riqueza, hecha por quienes saben cómo hay que redistribuir, los filósofos que Platón quería que gobernasen; la idea de que el capitalismo creó el Tercer Mundo, olvidándose de que el Segundo Mundo era el comunismo y desapareció, y que después proliferó por el Tercer Mundo y volvió a fracasar; la idea de la ONU como madre del “progresismo” y el diálogo entre civilizaciones, aunque Savater diga que sólo hay una cvilización material y el resto son culturas; ¡Ah! Y la naturalidad de las relaciones sexuales. No se trata de un espacio privado e íntimo, sino de una expresión abierta de placer. No porque uno quiera tener relaciones, sino porque el catoliscismo nos ha reprimido. Lo primero es un argumento liberal, añadiendo la responsabilidad que conlleva toda acción humana y por tanto, toda relación sexual. La segunda es un argumento progresista. Las consecuencias ya las resolverá la “sociedad”, no yo. Si las relaciones sexuales dan sentido a nuestra vida, están más allá del compromiso, es decir, del matrimonio. Por tanto, la infidelidad es posible. No como decisión individual de la que uno se haga responsable, sino como necesidad de la persona que tiene que ser comprendida. El rechazo a la infidelidad es de conservadores y tradicionalistas que no aceptan la “libertad sexual”. Pero es que no se trata de libertad, sino de compromiso. Uno es libre y libremente puede aceptar un compromiso. Pero una vez que adquiere un compromiso debe cumplirlo, no puede olvidarlo por el hecho de que es libre. Y si lo incumple debe de ser responsable de las consecuencias que produzca no cumplir su acuerdo. No es una actitud liberal, sino una actitud “contracultural” por ese odio que profesa el “progresismo” contra el cristianismo. Y la idea de la sexualidad le lleva a la defensa del preservativo, no para combatir el SIDA como se dice ahora, sino para fomentar las relaciones sexuales; y a la idea del aborto para no ser responsables de las acciones; la naturalidad de la homosexualidad, no bajo una premisa liberal de la condición de sexual, sino como un atentado contra la cristiandad, vamos a darle donde más le duele y que nadie jamás diga que es una enefermedad. Enfermos son los que piensan que es una enfermedad. La homosexualidad es natural y no se puede opinar de otra manera. Los derechos de los gays y lesbianas, no a ser personas como les reconce el liberalismo, sino de ser ciudadanos de izquierdas, que es mucho más prestigioso.

Básicamente, lo políticamente correcto es decir que el Mercado es malo, la propiedad privada es mala y el catolicismo es malo. Y luchar siempre y cuando se pueda hasta la victoria, como decía el Ché.

Alguien me dijo una vez que gracias a la familia, el mercado y el código moral cristiano, el primer mundo ha llegada hasta donde ha llegado y que en lugar de alegranos por ello y dar ejemplo, hemos preferido lapidarnos y enterrarnos. El miedo al éxito, quizás. Me lo pregunto muchas veces. ¿Por qué el progresismo occidental se basa en el odio al enemigo? Nació en Occidente y odia occidente. ¿Tendrá el complejo de Edipo? Qué occidental para no reconocerse a sí mismos en occidente.

Y para los que aún me dicen que el “progresismo” no es el pensamiento único, es fácil contestar. Si uno ojea un periódico se dará cuenta de que estamos muy sensibilizados con el medio ambiente, el gran problema de la humanidad debido a la contaminación capitalista, pero en ninguno leerán que el capitalismo ha sido capaz de reducir el hambre en el mundo y que si no fuera por la acción protectora de los Estados, es decir, la actitud “progresista”, el hambre se hubiera acabado en el mundo hace ya bastante tiempo. Pero ahora que mueran los árboles es más importante que que mueran personas, porque son la excusa perfecta para la causa “progresista”.
Lo siento, el “progresismo” son las ideas de una élite que juega fácilmente con las masas, atribuyendo significados que no tienen al mercado, a la esfera privada y a las personas. Enhorabuena Gramsci, funcionó la estrategia.

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