miércoles, 5 de diciembre de 2007

Imagine…

Lo siento, Lennon, pero no soy capaz de imaginar lo que decías. En cambio, se imaginan ustedes que mañana aparecisen rotos los cristales de todas las sedes del partido socialista. Se imaginan pintadas de puntos de mira con la palabra Zapatero en el centro en las paradas del bus. Se imaginan que unos cuantos boicoteasen un acto de Magdalena Álvarez. Se imaginan que alguien saliese con una pancarta que pusiese Rubalcaba asesino, tu matasta a dos guardias civiles. Se imaginan que alguien del PP dijese que hace más daño la Educación para la Ciudadanía. Me imagino lo que diría la SER, El País y las televisiones. ¡Fue la extrema derecha!... Y se escucharía de fondo… ¡Y el PP!
A mí no me parecería raro que sucediese. Ya lo he visto antes. Ventanas rotas del PP, pintadas en la calle, Aznar asesino y en el punto de mira, Trillo asesino de militares… pero más matan las bombas de Irak…

No sé por qué la gente no es capaz de pensar por sí misma. Porque quienes me decían que sólo un grupo extremo y no el PSOE estaba detrás de la violencia contra el PP, hoy me dicen que es el PP el que está en contra del PSOE. No sé por qué los que se sentían acosados, no salen a defender a los nuevos acosados.

Vi una imagen. Una manifestación en contra del gobierno. Me venden que es la derecha, la Asociación de Víctimas del Terrorismo, incluso alguno mete al Foro de la Familia. No fue una manifestación oficial. Se produjo en la calle, mientras se guardaba silencio por las últimas víctimas de ETA. Y ojalá fuesen las últimas. Vi una imagen. Un diputado del PP al lado de un diputado del PSOE. Sufriendo en la calle. Sufriendo ante unos energúmenos. ¿Por qué la culpa la tiene lo que piensan y no su actitud? ¿Por qué la culpa es la derecha y no esas personas? ¿Por qué?

Ganó el NO! Ganó Venezuela!… ¿De verdad?

Hay datos que siempre se olvidan. Lo importante es estar convencido de nuestras propias ideas, no vaya a ser que nos pongamos a pensar, que nos asalte la duda y lo que vemos en la caverna no sea cierto. Alguno se extrañará de que alguien como yo, que tanto discrepa con Platón, hable del mito de la caverna, pero es un mito que me encanta.
Hablemos de Venezuela. Ganó el No en el referendum de Chávez y la gente sale a la calle gritando que ganó Venezuela, como si el Sí hubiera sido la derrota de Venezuela y la victoria de Chávez. He aquí el eje de la política venezolana. ¿Chávez es Venezuela o Venezuela no es Chávez?

Vayamos por partes. Todos los periódicos dicen que el No ganó al Sí ¿por cuánto? Por más de un 1%, una victoria “pírrica” según el “kaiser” y “führer” venezolano, en el sentido de mandamás y líder espiritual de su pueblo. Evidentemente ya están aquí los amigos de los números. El No obtuvo el 50,7% de los votos y el Sí, el 49,3%; por tanto la escasa diferencia del 1,4% ha tumbado la reforma constitucional de Chávez. Permítanme decir que a quien le guste jugar con los números puede hacer muchos otros cálculos, como que la diferencia no es del 1,4% sino del 0,79%, todavía más pequeña. El No obtuvo el 50,7% de los votos “emitidos” que en el total de votantes se traduce en el 28,34% (carays, aquí si que hay diferencia y no un 1%). El Sí obtuvo el 49,29% de los votos emitidos, que suponen un 27,55% del total de votantes. Por tanto, la diferencia es del 1,4% de los votos emitidos y del 0,79% del total de votantes. Queridos amigos, las matemáticas son muy divertidas.

Supongamos que Venezuela esté compuesta por 150 personas. Resulta que 45 dicen que No, 43 que Sí, y 70 no dicen nada. Gana el No por 2 personas. ¿Y qué pasa con esas 70 personas? ¿Quién las cuenta? ¿Por qué no aparecen en los datos? Quizás gana el no porque esas 70 personas no dicen nada, o no gana el sí por lo mismo. Los datos reales han sido estos: 15.895.055 personas podían votar. Lo han hecho 8.883.746 (55,89%) y no lo han hecho 7.011.309 (44,11%). De los que han votado, 4.504.354 (28,34% del total) han dicho que No y 4.379.392 (27,55%) han dicho que sí. Los que no han votado o no le tenían claro o no les importaba la solución. El caso es que 124.962 personas (0,79%) tienen más claro el No que el Sí a la nueva constitución. Victoria pírrica. Créanme, 125.000 personas son muchas personas y da mucho que pensar. No se trata de 1,4% o de 0,8%. Se trata de personas. Las matemáticas son un lenguaje para explicar la realidad y como todo lenguaje es subjetivo, interpretable. Dos más dos son cuatro. De acuerdo. Pero ¿por qué los sumas y no los restas? Dos menos dos son cero. ¿Qué hacemos con los números? He ahí el problema de la matemática para explicar la política.

Decía más arriba que el problema político de Venezuela es el significado de Chávez. Más allá del referéndum que se acaba de hacer y que se puede seguir haciendo hasta que gane quien tenga que ganar, o lo que diga la constitución sobre la centralización del poder en un único Presidente, que es el problema “antidemocrático” de la Constitución y no el que Chávez pueda ser reelegido, pues en España también se puede reelegir a los presidentes. El problema político de fondo es el significado de Chávez. Para él y para los suyos, él encabeza una concepción de Venezuela como un pueblo unido bajo los designios del marxismo. Para otros muchos, Chávez es una parte de Venezuela, que hay que mantener o que hay que destruir, pero no es Venezuela. La estrategia de Chávez no es identificarse con Venezuela, cosa que ha hecho desde siempre, sino que los demás lo identifiquemos con Venezuela. Si lo consigue habrá ganado. No importa tanto lo que vote el 1% de la gente, que lo que piense.


P.D. No dudo que en la práctica el 1,4% o el 0,7% sean los que hayan permitido que no se ponga en marcha la constitución de Chávez, pero lo que pongo en duda es que la legitimidad de la constitución se base en votos y no en ideas. Y no, los votos no se traducen en ideas, ni las ideas en votos.

¿Qué queda fuera del progresismo? Un último comentario

Pues quedamos mucha gente, entre otros los que no aceptamos que esté todo dicho y haya que resignar la cabeza ante los gurús del progresismo, la izquierda, la socialdemocracia. Si quieren debatir, hagámoslo, pero no desde su superioridad moral y sus premisas de que lo suyo está bien y el resto no.
No es que seamos “fachas” como ellos dicen. Aunque los “fachas” no sean progresistas, sólo son una parte del ruido que existe fuera de la izquierda, porque la izquierda suena armoniosa, como la música celestial.

Entre ese ruido están los “fachas”, los que quieren la revolución social a través de la militarización de la vida civil. Están los “antifascistas” que imponen el imperio y la ley de la violencia frente a la violencia fascista. Sálvese quien pueda. La ley de Talión. Más de dos mil seiscientos años desde que Solón intentó explicárselo a los atenienses y aún seguimos en las mismas. Están los conservadores, los defensores del orden natural, aunque éste vaya cambiando con el tiempo. Ahora su orden natural es la familia, la propiedad privada y el libre mercado… Ja, ja, ja… La familia, sí, la que ellos entienden como tal. La propiedad privada de ellos, pero no la de los demás y el libre mercado siempre que esté protegido para echarse ellos una partidita. Están los liberales, los que siguen discutiendo el significado de la libertad y la responsabilidad, pero ocultos y escondidos porque ya no parecen de este mundo. De hecho, todas las teorías de hoy se consideran liberales… Nos enseñan que el liberalismo acabó con el antiguo régimen… ¡Y un cuerno!... El Antiguo Régimen cambió de manos para callar al liberalismo, pero ya me explicaré en otro momento. Existen los cristianos, los católicos, los musulmanes, los nacionalistas, etc. Existen una gran multitud de identidades que no son “progresistas”, pero por no serlo, no son necesariamente “fachas”. De hecho pueden estar muchísimo más lejos del fascismo de Mussolini que la izquierda que quiere desentenderse de él y utiliza los mismos medios: el poder que controla la sociedad y su destino.

El posmodernismo, idolatrado por la izquierda sin saber lo que significa y discutido por la derecha, no vaya a ser otra arma cultural del “progresismo”, aún tiene mucho que desarrollarse. De momento, en cuanto al juego de identidades me parece la única teoría aceptable. Cuando entiendes el pensamiento de Mouffe y Laclau, entiendes mucho del comportamiento político, por lo menos, mucho más que siguiendo esas ya viejas teorías del beneficio individual. Otra cosa es que no tengas las mismas ideas políticas que ellos, que quienes estuvieron presentes en el mayo del 68 y abogaron por continuar la estrategia cultural de Gramsci.

Los críticos del posmodernismo vienen a decir una vez más en la historia, que el relativismo ético destruye la gran herramienta del hombre, la razón. Exageran diciendo que el relativismo ético lo permite todo, que niega la razón; que nada puede ser bueno o malo, que no existen afirmaciones absolutas o realidades objetivas; me recuerdan a Platón cuando escribía cómo Sócrates aleccionaba a los sofistas… pero nunca se acuerdan de la respuesta de Protágoras. Me recuerda que hay una razón todopoderosa a la que tengo que hacer caso, el lógos que buscaba Heráclito mucho antes que el idolatrado Sócrates, léase Aristóteles, Santo Tomás, Kant o los gurús de la verdad auténtica. La exageración del relativismo les lleva a decir que si nada puede ser moral, es decir, bueno o malo, nada tiene sentido y por tanto la vida carece de él, no merece la pena luchar por nada. Pero el relativismo ético tiene sus límites. No todo vale, aunque concibe la ética como un espacio para el juego entre varias lógicas. No rechaza la razón, la multiplica, la agranda. No acepta una razón única, sino múltiples razones al servicio del conocimiento, como ahora están afirmando los neurólogos.

Es gracioso, pero lo único que sé de forma absoluta es que
todo es relativo; y éste conocimiento absoluto es relativo porque hay quien no piensa lo mismo que yo.
“¿Qué tiene de malo ser progresista?” Me preguntaron. No creo que sea malo, pero yo no lo soy y en fin, si soy liberal es porque prefiero pensar libremente antes de que me digan lo que tengo que pensar.


P.D. Para ser progresista no es necesario haberse leído a Marx, Lenin, Rosa Luxemburgo, Gramsci, Lukacs, Horkheimer, Adorno, Fromm, Marcuse, Laclau, Mouffe, etc. Basta con ser “políticamente correcto”. Para ser liberal, basta con pensar libremente sobre lo políticamente correcto.

La aventura progresista. Episodio final.

A partir de los años setenta, el “progresismo” se identifica con lo “políticamente correcto” y quien cuestione cualquier verdad “progresista” es un “facha”. Es obligatorio ser de izquierdas. No hay que conquistar ya el Estado para llegar a la dictadura del proletariado, sino que uno puede valerse del Mercado y de la Democracia. Lo importante es controlar los espacios donde se originan las ideas y la cultura. La dictadura de la izquierda hace tiempo que abandonó el materialismo histórico y se centró en las cabezas. Recuerden cuando hablábamos de Gramsci. Para no ser marxistas, cuánto se parecen, ¿verdad?
¿Y qué es lo políticamente correcto? El Estado de Bienestar, la gestión pública de las pensiones y el desempleo, la nueva ley de la dependencia; el sistema público de educación, al que suelen llamarlo “gratuito” y “obligatorio” pese a que no existe nada gratuito y lo obligatorio no es que sea una decisión muy personal; la seguridad social, el ejército nacional de médicos y enfermeras para cuidarnos; el batallón de funcionarios que te mandan de ventana en ventana, aliados del Estado y por tanto, necesarios para la consecución del “progresismo”; la justicia social, sea lo que sea; la redistribución de la riqueza, hecha por quienes saben cómo hay que redistribuir, los filósofos que Platón quería que gobernasen; la idea de que el capitalismo creó el Tercer Mundo, olvidándose de que el Segundo Mundo era el comunismo y desapareció, y que después proliferó por el Tercer Mundo y volvió a fracasar; la idea de la ONU como madre del “progresismo” y el diálogo entre civilizaciones, aunque Savater diga que sólo hay una cvilización material y el resto son culturas; ¡Ah! Y la naturalidad de las relaciones sexuales. No se trata de un espacio privado e íntimo, sino de una expresión abierta de placer. No porque uno quiera tener relaciones, sino porque el catoliscismo nos ha reprimido. Lo primero es un argumento liberal, añadiendo la responsabilidad que conlleva toda acción humana y por tanto, toda relación sexual. La segunda es un argumento progresista. Las consecuencias ya las resolverá la “sociedad”, no yo. Si las relaciones sexuales dan sentido a nuestra vida, están más allá del compromiso, es decir, del matrimonio. Por tanto, la infidelidad es posible. No como decisión individual de la que uno se haga responsable, sino como necesidad de la persona que tiene que ser comprendida. El rechazo a la infidelidad es de conservadores y tradicionalistas que no aceptan la “libertad sexual”. Pero es que no se trata de libertad, sino de compromiso. Uno es libre y libremente puede aceptar un compromiso. Pero una vez que adquiere un compromiso debe cumplirlo, no puede olvidarlo por el hecho de que es libre. Y si lo incumple debe de ser responsable de las consecuencias que produzca no cumplir su acuerdo. No es una actitud liberal, sino una actitud “contracultural” por ese odio que profesa el “progresismo” contra el cristianismo. Y la idea de la sexualidad le lleva a la defensa del preservativo, no para combatir el SIDA como se dice ahora, sino para fomentar las relaciones sexuales; y a la idea del aborto para no ser responsables de las acciones; la naturalidad de la homosexualidad, no bajo una premisa liberal de la condición de sexual, sino como un atentado contra la cristiandad, vamos a darle donde más le duele y que nadie jamás diga que es una enefermedad. Enfermos son los que piensan que es una enfermedad. La homosexualidad es natural y no se puede opinar de otra manera. Los derechos de los gays y lesbianas, no a ser personas como les reconce el liberalismo, sino de ser ciudadanos de izquierdas, que es mucho más prestigioso.

Básicamente, lo políticamente correcto es decir que el Mercado es malo, la propiedad privada es mala y el catolicismo es malo. Y luchar siempre y cuando se pueda hasta la victoria, como decía el Ché.

Alguien me dijo una vez que gracias a la familia, el mercado y el código moral cristiano, el primer mundo ha llegada hasta donde ha llegado y que en lugar de alegranos por ello y dar ejemplo, hemos preferido lapidarnos y enterrarnos. El miedo al éxito, quizás. Me lo pregunto muchas veces. ¿Por qué el progresismo occidental se basa en el odio al enemigo? Nació en Occidente y odia occidente. ¿Tendrá el complejo de Edipo? Qué occidental para no reconocerse a sí mismos en occidente.

Y para los que aún me dicen que el “progresismo” no es el pensamiento único, es fácil contestar. Si uno ojea un periódico se dará cuenta de que estamos muy sensibilizados con el medio ambiente, el gran problema de la humanidad debido a la contaminación capitalista, pero en ninguno leerán que el capitalismo ha sido capaz de reducir el hambre en el mundo y que si no fuera por la acción protectora de los Estados, es decir, la actitud “progresista”, el hambre se hubiera acabado en el mundo hace ya bastante tiempo. Pero ahora que mueran los árboles es más importante que que mueran personas, porque son la excusa perfecta para la causa “progresista”.
Lo siento, el “progresismo” son las ideas de una élite que juega fácilmente con las masas, atribuyendo significados que no tienen al mercado, a la esfera privada y a las personas. Enhorabuena Gramsci, funcionó la estrategia.

La aventura progresista. Episodio VI.

Mientras hablamos de cómo se desarrolla el “progresismo” conviene tener alguna otra referencia de aquellos familiares que dejó en el camino. Vaya, otra vez usando un vocabulario conservador, tradicional y católico para hablar de la izquierda. Qué mal por mi parte.
Me refiero al comunismo, a la Internacional Comunista, no a las payasadas internacionales que habían fracasado antes de la I Guerra Mundial, a la Kominterm, a la conciencia del marxismo. Si hay que crear “marxistas” hay que definir lo que es un “marxista”. La Kominterm era a la conciencia lo que la Cheka a la sociedad. La Kominterm vigilaba que se pensase correctamente y la Cheka era la policía secreta que hacía que la gente se comportase como se tenía que comportar. Münzenberg, antiguo compañero de Lenin, fue el responsable de dirigir la máquina del marxismo, la que estaba llamada una vez más por los designios de la providencia a cambiar la mentalidad de occidente. Pero Müzenberg ya sabía que el tiempo no daba la razón, que la razón había que conseguirla como Lenin consiguió el poder. Así que la Kominterm se convertió en una “agencia de noticias”, un centro de difusión de informaciones y desinformaciones. Qué curioso que los medios de comunicación estén tan relacionados con el poder, ¿verdad? No sólo Hitler tenía un control casi absoluto de la información, ni Franco era el Generalísimo de la censura o la Iglesia Católica era la dueña de la moral en la Edad Media. Cuando el poder está centralizado, el poder corta la libertad. No es cuestión de quién, sino de cómo. Incluso en democracia, el poder y la información cohabitan en un mismo espacio. Esto es lo que voy a hacer y esto es lo que tienes que decir.

Volvamos a la Kominterm. Además de una “agencia de noticias”, una cocina de información, sirvió de plataforma para periódicos, revistas, radios y productoras del séptimo arte, el cine, ese nuevo medio de expresión de ideas y creación de conciencias. Pero ¿qué ideas propagaron por Europa? Básicamente una: quien esté en contra de los comunistas es un fascista. Cuando alguien se oponga al comunismo, léase también, progresismo, se le tachará de fascista o de nazi. Esta repetición provocará una asociación de ideas y si se hace en un número suficiente de veces, la gente se lo acabará creyendo ¿Les suena? Hace poco se lo escuché a Chávez y casi todos los días a la izquierda progresista. Quien esté en contra de su pensamiento es un fascista.

El enemigo ya no es Occidente que es una palabra que aún tiene mucho poder. Ni la Iglesia Católica que parece que también lo tiene. El enemigo es el fascismo, que es más fácil de derrotar. Si eres comunista, no eres fascista. Si eres anti-fascista, eres comunista. Esa es la seña de identidad de la Kominerm. O traído a lo que se dice hoy en día. Si eres progresista eres antifascista. Si eres antifascista, eres progresista. Una estrategia estupenda que se ha filtrado de lleno en el pensamiento de hoy. Menos mal que algunos sabemos explicar que políticamente se puede ser algo distinto al fascismo y al progresismo.

Pero no sólo el comunista era antifascista, sino que era un intelectual, un avanzado, alguien que buscaba el progreso de la sociedad… Lo han adivinado, un progresista. “Escritores del mundo, uníos”. Supongo que esa habría sido la nueva consigna para periodistas, novelistas como Hemingway, dramaturgos como Bretolt Brecht, científicos y el séptimo arte, el mundo del cine que tanto gusta hablar de la caza de brujas y la persecución del comunismo. Ya se sabe que los perseguidos tienen un sitio ganado en el cielo.


P.D. En el próximo capítulo volvemos a la tradición progresista.

La aventura progresista. Episodio V.

Herbert Marcuse es uno de los autores que se estudian en filosofía, aunque yo recuerdo haber llegado a Descartes y acabarse el curso escolar. Por eso no soy de los que odian la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía, porque creo que existen profesores que son personas y no robots y aunque la élite socialista les diga que enseñen la verdad socialista, acabarán enseñando mucho o poco y los alumnos lo olvidarán tarde o temprano. Ésa es la educación de hoy, no lo olvidemos.
Políticamente, Herbert Marcuse es sinónimo de la “Teoría Crítica” y célebre por su frase que cautivó los años 60: “haz el amor y no la guerra”. Cuando muchos de sus compañeros de Escuela regresaron en los años 50 a Alemania, después de la experiencia del nacionalsocialismo; Marcuse se quedó en los EE.UU, admirado como era por los jóvenes de entonces. “Haz el amor y no la guerra” decía, pero creo que él dedicó más tiempo a su guerra que al amor. De hecho la frase que esconde el “progresismo” debería ser: “haz el amor, mientras yo hago la guerra”. “Pan y circo”, que ya decían los romanos.

La “Teoría Crítica” dice que hay que ser críticos con la sociedad occiental; no con los “progresistas”, naturalemente. Pero ser críticos no significa ser pensadores como se ha sido desde Tales de Mileto hasta Ortega y Gasset. Ser críticos significa llevar a Occidente a la crisis de su pensamiento. Al punto en el que aparecerá la nueva conciencia occidental… el marxismo, perdón, el “progresismo”. Es que se parecen mucho las fuentes teóricas a los neopensamientos. Aquéllos pregonaban la lucha de clases, la dictadura del proletariado y la sociedad sin clases. Los nuevos propugnan la lucha de “occidentes”, el tuyo o el mío, la consecución del poder y la nueva sociedad del progreso.

El caso es que hay que criticar a Occidente, sobre todo a sus pilares económicos y morales. En lo económico, el intervencionismo y la planificación estatal no puede dejar espacio al liberalismo; es más, el poder político tiene que aliarse con las grandes empresas y los bancos para evitar cualquier posible cambio. Aunque haga falta nos inventamos un nombre como el del neoliberalismo y a dominar el mundo. En política, defenderemos la democracia. No hay que convencer a la gente, sino contar con el apoyo de la mayoría. Se presta fácil a nuestro juego. En lo moral, lucha encarnizada contra judíos y cristianos. Evidentemente, estas no son palabras de Marcuse, sino consecuencias políticas de sus palabras.

Occidente es malo y represivo, subordina a las minorías, a los “negros”, a las mujeres, a los homosexuales y se ha convertido en el Imperio que destruye el resto de civilizaciones, Occidente es un fascismo encubierto… Nuevos vientos, viejos aires: el Capitalismo es malo, oprime a la clase proletaria y se extiende subordinando todo a su interés… El Capitalismo, perdón, Occidente es malo y hay que eliminarlo… Es curioso que se diese este pensamiento dentro de Occidente, tan malo y represor, que no dejaba a los “progresistas” dar su particular visión del mundo.

La “teoría crítica” es curiosa porque aboga por lo mismo que critica. Criticaban que Occidente era una máquina que tenía preso al individuo y no le dejaba pensar con libertad. Que el cristianismo y el judaísmo, la familia y el capitalismo, la patria y la tradición, todo estaba organizado para que el hombre fuera sumiso. Quien quiera la libertad que abrace el “progresismo”, como en otro tiempo había pedido el cristianismo, qué curioso. Sin embargo, si uno abraza el “progresismo” se encuentra que no es libre de aceptar o no a la familia, a la patria o a la tradición, sino que tiene que aceptar el pensamiento único y moral del “progresismo”.

Me explicaré mejor. Después de la “teoría crítica”.. de Occidente, claro… Marcuse escribe su besteller académico, “La tolerancia represiva”. Los burgueses, la clase media dice que tolera. ¡Falso! Tolerar es sinónimo de represión. Los burgueses reprimen. La libertad de expresión es una represión. No se puede admitir la “libre expresión”, sólo la verdadera, la auténtica, la expresión de la izquierda, el progresismo, lo políticamente correcto. ¿Me explico?


P.D. El próximo capítulo será un inciso sobre la URSS, pero pequeño.

La aventura progresista. Episodio IV.

En esta aventura progresista habíamos dejado a Gramsci escribiendo desde la cárcel, que no desde la celda de Bécquer. En cierta forma creo que Gramsci es el padre de la criatura, del “progresismo”, pero la familia es más grande… y disculpen por usar los términos conservadores de la familia para hablar del “progresismo”, quizás sea una pizca de malicia por mi parte.
Gramsci se dio cuenta de que el “progresismo” tenía que ganar en el mundo de la cultura, de los significados compartidos. Pero dije que no fue el único, sino de los pocos. También llegó a la misma conclusión Lukacs.

Pero antes de hablar del húngaro, sólo una pequeña anotación para no confundirnos. El comunismo y el “progresismo”, aunque con fuentes comunes se fueron desarrollando por separado. El comunismo es Stalin, Mao, Che Guevara, Fidel Castro e incluso Chávez en nuestros días. El “progresismo” tiene otros nombres.

Al igual que con Gramsci, dudo mucho que los “progresistas” sepan quién fue el húngaro Gregory Lukacs. Supongo que alguno habrá, pero quizás sea más popular la maravillosa Escuela de Frankfurt y su joven Marcuse. Efectivamente, en torno a los años 20 (del s. XX, claro), Lukacs y otros camaradas del Partido Comunista Alemán, crearon el Instituo de Investigación Social, ligado académicamente a la Universidad de Francfort, para continuar los planteamientos teóricos de Gramsci, es decir, conseguir la Universidad para dar forma a la cultura “progresista”. La Escuela de Francfort consiguió prestigio con Max Horkheimer, Theodro Adorno, Erich Fromm y su gran joya, Herbert Marcuse. Pero llegó Hitler y su nacionalsocialismo, que por mucho que me digan que no tenía nada de nacionalismo ni de socialismo, yo se lo encuentro por todas partes. La nación alemana es de los alemanes y los alemanes tienen que unir sus fuerzas en beneficio de los alemanes. Pero esa es otro historia que ya contaré. El caso es que llegó el nacionalsocialismo de Hitler y sus científicos, ¡ups, perdón! Que no está bien diche relacionar la ciencia con una persona tan mala… Pues eso, que llegó Hitler, los ideólogos del “progresismo” huyeron. ¿A la URSS como Gramsci? No. A los EE.UU. A la Universidad de Columbia, Nueva York.

Pero antes de hablar de la Escolástica de Marcuse y la contrarrevolución, acabaré hablando algo más de Gregory Lukacs, que lo dejó por ahí arriba. Gregory Lukacs fue comisario de cultura del comunismo de Bela Kum. Lukacs llevó a la práctica lo que Gramsci sólo había pensado. Hay que destruir los pilares de Occidente, por ejemplo, la sexualidad. La tradición moral de Occidente, y no sólo anclada en el cristianismo, se basaba y quizás aún resista con el paso del tiempo, en una concepción íntima de la sexualidad. Lukacs defendió el amor libre y el intercambio sexual, una necesidad humana a la que hay que dar salida, una necesidad oprimida por la religión y la familia, por la idea de la monogamia, el límite al placer natural. Y lo hizo poniendo en práctica un programa de educación sexual en los colegios. ¿Les suena a las políticas del nuevo “progresismo”, la izquierda del s.XXI? La sexualidad ha sido desde entonces un pilar del “progresismo”, pero no entendida como la libertad de conducta sexual, sino como enemiga de la concepción de la familia tradicional. No significa lo mismo decir que dos personas libremente pueden mantener una relación sexual, que decir que no es necesario el matrimonio para mantener relaciones sexuales. Uno incide sobre la “libertad individual” y el otro en la oposición a la “familia”, concepto conservador y por qué no, católico. Lo mismo ocurrirá con el divorcio o el uso del preservativo. La definición del progresismo se basa en humillar al contrario, en este caso, a la religión, al cristianismo, a la iglesia católica y a la familia. Es curioso ver como en la actualidad, a un lado sigue estando el “foro de la familia” y al otro, los “progresistas”. Pero los primeros han ido perdiendo su identidad y tienen que justificarse ante la sociedad, mientras que los segundos, ya no lo necesitan.

Para quien quería mi opinión sobre “los progres”. Defiendo la idea de libertad frente a la de imposición o esclavitud, pero no frente a un grupo libre que piensa de forma distinta. No estoy contra la Iglesia o contra una Asociación, sino contra los límites que pueden establecer. Quiero ser libre de usar un preservativo, no usarlo para joder o cómo dicen algunos “progres”: follarse a la derecha.


P.D. Ahora sí. El próximo episodio sobre Herbert Marcuse

La aventura progresista. Episodio III.

Ya hemos hablado de Marx, Lenin y Rosa Luxemburgo. Hablemos del cuarto pilar del marxismo clásico: Gramsci.
Según el determinismo marxista y el pensamiento materialista, el capitalismo de los burgueses llevaría a la I Guerra Mundial, el proletariado se uniría y alcanzaría el poder, la dictadura del proletariado en la sociedad sin clases. Según la historia, el marxismo se equivocaba. Ni tenía que llegar, ni llegó.

Gramsci fue uno de los que se empezó a dar cuenta de los problemas de la teoría política del marxismo. La gente no es proletaria o burguesa, se hace. Si queremos triunfar hay que hacer que todos seamos marxistas. No por la fuerza como lo hizo Lenin y lo hará Stalin desde el poder, sino a través de la “conciencia” de clase. Lo importante no es ya la estructura material, las relaciones de producción, etc. Sino lo que la gente piensa, la superestructura, la revolución marxista consiste en hacerles pensar que son marxistas.

A Gramsci se le suele llamar revisionario, pero no deja de ser marxista. La teoría marxista era llegar al poder material para crear una nueva sociedad; la nueva teoría es llegar al poder inmaterial, espiritual si se quiere, para crear una nueva sociedad. Más que una revisión, Gramsci propone una nueva estrategia. Es un estratega del marxismo, pero claro, dado el batacazo que se llevó el marxismo, es mejor buscarle otro nombre con otras connotaciones. El poder de los nombres. Nombres y adjetivos, la política y el lenguaje. Cómo me gusta.

Quizás Gramsci se dio cuenta de esto porque estuvo en la URSS y vio el terrorismo de Estado con el que Stalin creaba la nueva sociedad sin clases, aunque con nuevos poderosos y nuevos oprimidos, ¡qué contradicción! ¡Y luego era el capitalismo el que tenía contradicciones internas! En fin. ¡Hip, hip, hurra por las contradicciones! No se trata de un mundo nuevo y feliz, sino de poder una vez más. Seamos claros. El marxismo quiere el poder, no la felicidad. En el fondo es una teoría política, no una filosofía de vida.

De todas formas, Gramsci quedó en el olvido. Fue de los pocos que viajaron a la URSS, je, je… No fue un viaje de placer, sino que se vio obligado a escapar de su Italia natal cunado Mussolini marchó sobre Roma como tiempo atrás lo había hecho Julio César. Decía que se exilió en la URSS y se asustó, pero fue de los pocos, porque la mayoría de marxistas convencidos, los “tontos útiles” como les llamaba Lenin, cantaron las glorias del comunismo de Stalin. Y digo que se quedó en el olvido porque sus ideas no hicieron mella en los economistas marxistas que seguirían diciendo que las condiciones materiales de producción lo explican todo, no fuera a ser que los partidos obreros, comunistas y socialistas perdiesen sus votos de las masas y por tanto, el poder. Pero en cuanto a su estrategia de “hacer marxistas”, perdón, ahora se les tenía que llamar “comunistas” por eso del nombre; en cuanto a su idea de hacer comunistas, bueno mejor buscar otro nombre… ¿Adivinan cuál?… Socialistas ya estaba cogido; Marx había sido malo para el marxismo, por tanto Gramsci lo podía ser para la nueva vía política… Había que crear “progresistas”.

Al ver en lo que se había convertido la URSS, Gramsci no duda en volver a Italia, pero Mussolini tampoco duda en meter en la cárcel a un pensador. Supongo que no hace falta decir que Mussolini es el padre del fascismo, una teoría política totalitaria que bebe del militarismo, el sindicalismo y el socialismo… ¡Ups! No está bien visto decir estas cosas, sé me olvidaba. Otro día hablaremos del fascismo y líderes espirituales.

Una vez en la cárcel, a Gramsci le dio por escribir y allí escribió sus Cuadderni di Carcere. Los escribió con un lenguaje retorcido para que no se le entendiera con facilidad y así poder ser publicado. Buena estrategia. Lo que corrobora mi idea de que Gramsci era un gran estratega.

La idea de Gramsci ya dije cuál era. Lo importante es crear “marxistas”, perdón “comunistas”, perdón “progresistas”… Cada palabra tiene sus connotaciones… Crear progresistas. ¿Cómo? No mediante la fuerza, sino mediante la razón. Hay que conseguir que la gente piense que es “progresista”. Evidentemente se trata de un gran paso democrático. Se abandona la fuerza por la legitimidad de la razón. Lo malo de Gramsci y de sus “progresistas” es que sólo admitirán una razón, la suya… la verdad absoluta a la que aspiraban Platón y Sócrates... La verdad auténtica de San Agustín y la escolástica… ¡Otra gran contradicción! Se creyeron enemigos del cristianismo y anduvieron sus mismos pasos.

Como buen estratega sabía que para “crear” a los nuevos “progresistas” tenía que valerse de armas culturales: ganarse a los intelectuales, entrar en las universidades, ser el ambiente de los “cultos”, apropiarse de la religión y de la educación. En definitiva, adueñarse de los que mandaban en el mundo de las ideas. Una nueva conquista del poder. La “dictadura del proletariado” tendría que dejar de ser material y conquistar la espiritualidad.

Como buen marxista, Gramsci entendía que todo concepto tenía que definir a su enemigo para construirse como tal. Por tanto, el nuevo “progresista” tenía que tener un enemigo… occidente. Claro, no iba a ser su añorada URSS por muy mal que lo estuviera haciendo Stalin; tenía que ser el otro bloque. Es curioso que después de tantos años el “progresismo” siga anclado en las hojas de los cuadernos de Gramsci y casi ningún progre sepa quién fue el autor italiano.

Occidente es el malo, pero como nosotros somos occidentales, hay que buscar las causas de su mal. ¿Quiénes se oponen a nosotros? Los liberales, los conservadores y los católicos. Pues eso es occidente. Liberales que defienden la propiedad privada; conservadores que no quieren que nada cambie; y judeocristianos que se creen los amos de la moral de occidente. ¿Quiénes somos nosotros? Los progresistas, los que cambiaremos el mundo empezando por cambiar Occidente.


P.D. El próximo capítulo: más desconocidos.

La aventura progresista. Episodio II.

La I Guerra Mundial se estaba gestando desde finales del s. XIX y si sucedió en 1914 fue por casualidad, no porque en el siglo XX la gente fuese más cruel que en siglos pasados. De hecho, creo que si en el s. VIII hubiesen tenido las armas de las que hoy disponemos, no habría ética que las hubiese controlado y quizás estaríamos descansando con los dinosaurios. Pero hablemos de la I Guerra Mundial.
La guerra viene siendo un enfrentamiento entre dos bloques: Austria-Hngría, Prusia y Rusia por un lado y Francia e Inglaterra por otro. Quizás otro día hable más de esta Guerra, pero hoy sólo me interesa su relación con el marxismo-socialismo-progresismo.

El movimiento teórico político del marxismo lo tenía muy claro. El desarrollo del capitalismo provocaría el enfrentamiento entre los grandes Estados nacionales y la guerra era evidente, así que había que dejarla llegar. El “proletariado” de todo el mundo aprovecharía para combatir, no contra sus iguales, sino juntos como hermanos, miembros de una comunidad proletaria (que parecido al pensamiento cristiano, ¿verdad?) contra los empresarios capitalistas que los oprimían. Si alguien lo duda, que lea por ejemplo la famosa moción de Stuttgart de la II Internacional de 1907. No se trataba de paz, sino de otra guerra.

La Guerra
comienza en 1914 y los teóricos del marxismo ya saben lo que va a pasar… pero cuatro años más tarde, en 1917, resulta que la historia no estaba escrita en una ley. Los proletarios no eran una única “clase”. Permítanme decir que se estaban construyendo, pero no estaban construidos, lo que explica que las clases o las identidades no existen per se, si no porque las construimos. El determinismo se viene abajo. La historia se construye día a día y no responde a un planteamiento teórico. ¿Por qué? ¿Acaso la vida no es perfecta? ¿Se ha confundido la naturaleza o Dios? Más bien, se han vuelto a confundir las personas. El marxismo aseguraba que los “proletarios” se unirían, aunque en vez de creerlo, presionó para ello, no fueran a equivocarse. A lo mejor no presionaron lo suficiente y se equivocaron.
La “revolución roja” tuvo lugar en Rusia, aunque Marx en uno de sus ensayos había predicho que se daría en España y no fueron pocos los que lo intentaron por entonces. Pero esa es otra historia. Decía que la revolución roja se dio en Rusia de la mano de Lenin, Trotsky y Stalin, entre otros. Primero contra el Zar, luego contra el ejército blanco, después contra los mencheviques, después contra la vieja guardia bolchevique, etc.

En Alemania, Rosa Luxemburgo también lo intentó. Hermanos proletarios, uníos a la revolución, arriba los espartaquistas. Pero los hermanos proletarios no se unieron y los espartaquistas se vinieron abajo y Rosa Luxemburgo acabó en un canal.

¿Falló el determinismo marxista? Es evidente. Ni existe el determinismo, ni existen las identidades fuera de las personas. Nadie es proletario a no ser que se considere como tal. Nadie es proletario por estar oprimido por el sistema capitalista. Las identidades se construyen, no vienen construidas. El marxismo confió en su “verdad” sobre el mundo, pero el mundo le enseñó que no era “verdad” su “verdad”. Aún así, la teoría política del marxismo siguió jugando con sus ideas.

Antes de acabar, sólo dos cosas más. La primera es que Lenin, Rosa Luxemburgo y demás marxistas confiaron en la unión del proletariado, pero creyeron ser la voz y pensamiento únicos de eso que llamaban “proletarios” y resultó que existían más voces y más pensamientos. Qué lástima que los proletarios fueran personas y no robots o esclavos, debieron pensar. La segunda es que en la Guerra Mundial como en todas las guerras no se luchó por la patria como muchos piensan: la nación antes que la clase; pero esa es otra historia como ya apunté.


P.D. En el próximo episodio: Gramsci. Ese gran desconocido.

La aventura progresista. Episodio I.

Me han pedido que siga hablando de eso que se llama “progresismo” o “izquierda”. Quizás lo más fácil sea hablar un poco de su historia o de historias para dar después mi opinión.
Aunque para mí es obvio, hay que explicarlo. El progresismo no es marxismo. Je, je, je. O eso dicen “los progres”. Marx se equivocaba, no en todo, pero la izquierda de hoy ya no somos los marxistas de antes. Evidentemente, la aventrua progresista está anclada en el marxismo clásico.

Y perdonen que explique otra obviedad. El marxismo clásico no nace con Marx. Digamos que Marx sólo es un eslabón en la cadena, pero se convierte en el eje central de una teoría polítia que toma su nombre para crear una identidad propia. Las raíces de su pensamiento son muy antiguas, si me lo permiten ustedes, ya había marxistas en la Antigua Grecia, claro que recibían otro nombre porque Marx todavía no había nacido.

El marxismo clásico es determinismo. La naturaleza tiene establecida su propia ley y su propio destino. Los pobres se enfrentarán a los ricos. Lean cualquier tragedia griega y podrán entender lo que es el determinsmo mejor de lo que yo pueda expresarlo. El marxismo clásico es materialismo, es una teoría objetiva del valor, ¿qué es el valor? ¿cómo se mide? El marxismo clásico es dialéctica, conflicto, pero con una solución. El marxismo clásico es la teoría de la propiedad de los medios de producción como elemento de poder, la lucha de clases para alzarse con esos medios y alcanzar la dictadura del proletariado.

El marxismo clásico critica al capitalismo, el nuevo modelo económico que surge con las revoluciones liberales. Cuando las personas se libran de las ataduras de los gremios medievales y de las armas de las naciones, los nuevos Estados. El marxismo insiste en que el capitalismo es malo y voraz, es salvaje y a quienes genera pobreza, el proletariado, los acabará uniendo y acabarán con él. Proletarios del mundo, uníos.

Si no creo en el determinismo y sí en la capacidad de decisión de las personas; si no creo en el valor objetivo sino en la capacidad subjetiva, es decir, la capacidad que tienen las personas para valorar; si no creo en la única solución a los conflictos, sino en un amplio abanico de soluciones; si no creo que la propiedad es el único poder, sino uno de los muchos poderes que existen; si no creo que el capitalismo sea malo, sino las personas; si no creo en ninguna base del marxismo, ¿por qué voy a aceptar el progresismo? Sigamos con la historia.

El marxismo clásico tuvo repercusión en dos ámbitos políticos. El primero fue en el movimiento obrero y el segundo en el socialismo. En cuanto al primero le dio las claves para convertirse en una identidad colectiva y luchar por el poder. Pero no por las ideas políticas del marxismo, sino por su lógica de la creación de identidades. Y aunque me quieran hacer ver que marxismo y movimiento obrero son lo mismo, son dos cosas bien distintas. Y si se juntan es por la capacidad de las identidades de incluirse unas en otras, pero el movimiento obrero también está presente en el anarquismo, en el sindicalismo, en el nacionalismo, en el nacionalsocialismo, en el fascismo, en el franquismo, en el movimiento conservador e incluso en el pensamiento liberal.

En cuanto al socialismo y las ideas de vivir en comunidad de Blanc, Fourier, etc., las ideas políticas del marxismo le dieron un lenguaje político. Al fin y al cabo, el marxismo era el socialismo científico y no el utópico. Rosa Luxemburgo era partidaria de que los proletarios fueran aprendiendo este lenguaje, que estaban predestinados a ser los poderosos en una sociedad sin clases, como si tal cosa fuera posible; no fuera a ser que el tiempo les cogiese sin estar preparados y acabasen siendo los “oprimidos” de la “sociedad sin clases”. Vladimir Illich Ulianov también lo entendió muy bien y se convirtió en Lenin. El capitalismo hará que nos unamos y luchemos contra el capital, pero como va a tardar en hacerlo, adelante camaradas. Lenin quiso adelantarse al tiempo, no fuera a ser que el tiempo de la revolución nunca llegase. Y hubo un tercer bando, el del revisionismo de Gramsci y sus cartas desde su celda.


P.D. En el próximo episodio: marxismo y la I Guerra Mundial.

Vivienda protegida. Cuentos de hoy

Érase una vez que se era una líder política bienintencionada que quiso construir casas para todos. La gente le aplaudía por la calle y le daba las gracias. Qué buena es usted. Siempre aparecía alguno en el café que decía que los políticos no eran buenos, que tenían que hacer lo que tenían que hacer. Que la vivienda era un derecho y que el político sólo quería sacar votos. Y lo decía en masculino porque las mujeres en política no están para sacar votos, sino para traer el bien a la humanidad… je, je, je… En fin. La líder política tenía un plan y estaba dispuesta a desarrollarlo. La gente estaba con ella. ¡Vivienda protegida ya!
Antes de nada, diré que es falso que la gente quiera vivienda portegida. Lo que quiere la gente son viviendas baratas, o mejor dicho, que las pueda comprar sin hipotecar toda su vida. Imagínense una “vivienda protegida” al mismo precio que una “vivienda libre”. ¿A que nos da lo mismo la primera que la segunda? No se trata de política, sino de dinero.

No quiero una vivenda protegida porque no quiero deberle favores políticos a un gobierno. El gobierno me va a dar una casa, qué bueno es el gobierno. No, no y no. Me dicen que la patronal está con el gobierno y yo respondo que no puede ser de otra manera. El gobierno le está diciendo que le va a comprar casas que es lo que quiere la patronal. No hacer casas que la gente compre o deje de comprar a su capricho. Venderlas antes de hacerlas y aún encima sabiendo lo que se va a ingresar. El gobierno es un chollo y si la gente lo ve así, a lucrarse y todos tan felices. Los gobiernos tienen la solución. Para que la gente nos vote les daremos viviendas. Para darles viviendas compraremos casas. Y comprando casas mantenemos el sector de la construcción y así no hay crisis inmobiliaria. ¡Qué bueno es el gobierno! Además, si sigue la construcción, siguen las mismas empresas y los mismos sindicatos en el poder. Nada cambia y la gente está contenta. Creo que es una buena estrategia la de esta líder política. La gente la votará y ella saldrá en los periódicos. Lástima que no la comparta.

Si el precio de la vivienda es caro es por varios motivos. El primero se puede explicar desde la teoría del valor objetivo de Marx y de la economía de costes. Si la vivienda es cara de construir, tiene que ser cara de vender. El segundo se puede explicar por lo que llaman oferta y demanda. Como hay muchísima demanda, mucha gente que quiere una vivienda y la oferta es limitada, porque la construcción no es infinita, el precio se eleva.

La solución de los primeros sería reducir los costes, tanto de los productos utilizados en la construcción como en los salarios. Pero claro, cada vez se quieren casas de más calidad, ecológicas, etc. y los costes nunca se reducen. La solución de los segundos sería dejar de comprar durante un tiempo para que se reduzca el precio. Ja, ja, ja. Claro, como no se compran hoy, bajarán y se comprarán mañana y el precio volverá a subir. Ambas soluciones son circunstanciales pero no atajan el problema. Entonces llegan los padres del intervencionismo. Lo importante es que nadie se de cuenta del problema. Nosotros subvencionamos la reducción de costes de producción y salariales, subvencionamos la calidad, subvencionamos la demanda, subvencionamos la oferta. No hay problema. La gente tiene casas, las empresas construyen y nosotros recibimos aplausos.

Quizás lo mejor sea seguir dormidos en una vivienda protegida y no darnos cuenta de los problemas de fondo. Que el intervencionismo nos pille confesados, sobre todo a los que pecamos cuando pensamos en él.


P.D. (Para el nuevo feminismo) “Érase una vez que se era una líder”… y no digo “lídera” porque me suena fatal. Si quieren inventar palabras, háganlo, están en su derecho y yo no se lo voy a negar, pero no me obliguen a usar palabras que no existen en lugar de las que sí existen. “Érase una vez que se era una política bienintencionada”… Dado que el lenguaje se ha desarrollado de una forma y no de otra, decir una “política bienintencionada” significa en principio que es un “plan político a desarrollar, una política, una idea”; pero con el uso del idioma y no con su persecución, una “política bienintencionada” puede significar una señora que se dedica a la política. Política, palabra en femenino, no por cuestión de sexo, sino de evolución del lenguaje.

Del Progreso a “los progres”. Capítulo 4

La socialdemocracia, ese gran logro de la izquierda europea, el Estado de bienestar. Permítanme llamarla el “pensamiento único”. Sé que alguien se tirará de los pelos y dirá que estoy loco y que cómo se me ocurre decir tamaña tontería cuando todo el mundo sabe que el pensamiento único es… qué curioso que que el pensamiento único sea criticar al que critica a la izquierda. No acepto la teoría de que el neoliberalismo es el pensamiento único porque no he encontrado a mucha gente que sepa lo que es el neoliberalismo, ni que lo defienda. En cambio, casi la totalidad de la gente que conozco es socialdemócrata y defiende sus ideas con uñas y dientes si hace falta. Y por favor si quieren llamar a Blair o Aznar neoliberales, entonces digan que lo que quieren es cambiar el significado del liberalismo o usarlo políticamente, pero dense cuenta de lo que están diciendo. El PP y el PSOE son dos partidos políticos socialdemócratas convencidos, que cuando quieren hacen uso de tesis liberales y cuando no, no. ¿Alguno de ellos estaría dispuesto a reducir su poder, a vivir del dinero de sus asociados, a dejar que sus asociados hablen libremente? ¿Alguno estaría dispuesto a no existir? ¿Alguno estaría dispuesto a que la gente votase a la gente y no a los partidos? ¿Alguno rechazaría sus convenios con los bancos, con las grandes empresas, con los sindicatos? ¿Alguno rechazaría su control sobre los jueces? No. Y lo mismo ocurre con los demás partidos. Ninguno es ni por asomo un partido de corte liberal, que permita pensar y actuar a las personas; sino partidos socialdemócratas que quieren repartirse la tarta. Ni las televisiones públicas ni privadas, ni la radio, ni mucho menos los periodistas que se las dan de liberales porque les mola el término. No hay liberalismo. A lo mejor el “neoliberalismo” es lo que está construyendo la derecha socialdemócrata, pero me parece muy mal término, que puede mover votos, pero muy mal término. Por lo menos la izquierda tuvo la decencia de respetar al marxismo cuando creó la socialdemocracia, pero parece que la derecha ni siquiera va a respetar el pasado. Lo entiendo porque el juego político es así, pero me cabrea.
Disculpen porque iba a hablar de socialdemocraica y me he metido en otro barrizal.

Decía que la socialdemocracia es lo que tenemos y lo que se defiende hoy en día. El Estado dirige la economía y la política y quien quiera algo, que se busque amigos en el Gobierno. La socialdemocracia es el invento de los “progres”. Pero como ya dije, no creo que “los progres” lean a Savater o estudien lo que es la economía, como tampoco creo que los “progres” tengan un conocimiento ralativo de la historia, sino que crean en la autenticidad de lo que les han contado sus maestros. Creo que los “progres” son los que gustan de decir que leen el País y no leen El Mundo. Yo leo con asiduidad los dos y no se diferencian mucho. No hablan de política, sólo insultan al contrario. Los “progres” son los que defienden a la SER frente a la COPE, como si de una lucha de clases se tratase. Yo escucho a las dos y a Onda Cero y Radio Marca y no pasa nada. No salgo a la calle a manifestarme por lo que escucho en la radio. Socialdemocracia es alegrarse por escuchar que van a subir o bajar los impuestos, que se van a dar más o menos subvenciones y que se van crear puestos de trabajo. Socialdemocracia es que los demás decidan por mí porque yo no puedo decidir. Liberalismo es decidir por uno mismo, pero claro, a lo mejor a la gente no le gustan mis decisiones.

P.D. “¿Y qué pasa si decides matar a alguien? Eso lo acepta el liberalismo. No dices que defiende tanto la libertad…” Las reducciones al absurdo a veces resultan absurdas. Defender la libertad no es rechazar la política. Si decido matar a alguien, cosa que toda persona puede hacer sea cual sea el sistema político; tengo que saber que junto a mi libertad, existe la libertad de los demás y alguien me puede matar. Es la venganza que existe desde tiempos inmemorables y que las leyes de memoria histórica no podrán borrar. La venganza es una primitiva forma de la justicia, porque la justicia también existe a la par que la libertad y el poder. Soy libre de matar, pero responsable de una muerte y por tanto, tengo que hacerme cargo de lo que suponga dicha muerte. Si para vivir con los demás, que son mis iguales, he establecido un código, una ley, ésta decidirá cuál es mi castigo. El liberalismo no justifica la muerte, sino la responsabilidad de nuestros actos libres.

Del Progreso a “los progres”. Capítulo 3

Acabé ayer hablando del Estado de Bienestar, el gran logro de la socialdemocracia europea, el modelo político de la izquierda. La izquierda ya no es el marxismo, es la socialdemocracia.
Maticemos algunas ideas. Ya dije en otro artículo que la izquierda siempre está cambiando, está en su revolución permanente. Quiere dejar de ser lo que es para ser lo que tiene que ser. Pero hay un problema al que no suelen hacer caso. Recuerdo la célebre frase de El Gatopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, “que todo cambie para que nada cambie”. Por mucho que la izquierda quiera cambiar no lo consigue porque suele dar giros de 360º.

El origen de “los progres” está en el marxismo y el futuro de los mismos, parece ser el mismo.

El marxismo clásico puede verse desde dos ángulos. En economía el capitalismo es malo y es necesario crear un Estado que planifique la economía; no a gusto de todos, sino del Estado, claro. En política, hay que conquistar de forma violenta el poder, generar la lucha de clases y la victoria proletaria. Hay dos vías. La natural que irá con el tiempo: que el proletariado, cuantiose en número y empobrecido, se lanzará contra los ricos y ocupará el poder; y la política: adelantarse en el tiempo y levantar la revolución.

El marxismo solía hacer filosofía con los términos de que la mala infraestructura, las malas condiciones de vida, movilizarían la conciencia de los proletarios, la superestructura, y éstos se convertirían en “clase”, lucharían contra los “poderosos” y acabarían ganando. Es curioso como el nacionalismo ha hecho suya la conciencia marxista: España no invierte en Cataluña, los catalanes se mentalizan de que España no les quiere, se convierten en la clase “catalana”, luchan contra España y acabaran ganando. Los marxistas querían la dictadura del proletariado y los nacionalistas la dictadura de “los catalanes”. Y traigo aquí el ejemplo del nacionalismo-marxista porque son muchos los que piensan que la izquierda es internacional y no nacionalista, pero en el fondo, el nacionalismo es protección y la izquierda también.

Una vez conquistado el poder, el marxismo propone la concienciación para legitimarse, como se haría con cualquier idea política. Pero históricamente no lo ha hecho a través de la razón y la discusión, sino a través de la fuerza. A través del Estado todopoderos que decide lo que hay que ver y lo que hay que leer. Proteger el marxismo.

Estas son las razones por las que el liberalismo y el marxismo son dos corrientes antagónicas. Porque el liberalismo no acepta la protección, es una ideología abierta, mientras que el marxismo no acepta la apertura, pues tiene miedo de no ser la “verdad absoluta”.

La izquierda europea, “los progres”, rechazan el marxismo. Incluso los que se consideran la izquierda real, los “comunistas” ya lo rechazaron cuando Carrillo y los italianos inventaron aquello del eurocomunismo, la democratización del comunismo. Rechazar la lucha de clases y la violencia, para introducir el comunismo en el debate político.

Rechazan el marxismo tanto en economía como en política. Pero no es un rechazo real, sino un “cambio para seguir siendo lo mismo”. Rechazan que el Estado planifique totalmente la economía. No creo que lo hagan por romper con el marxismo, sino porque el Estado y el Mercado son dos inventos humanos y ninguno puede existir sin el otro. El Estado no es más que la impersonalidad del poder y el Mercado la impersonalidad del intercambio y poder e intercambio existen porque somos personas. Ahora bien, la izquierda entiende que ya que no puede matar al Mercado, pero que tiene que dirigirlo. Es su deber moral. Es curioso que la izquierda critique a los neoconservadores por hacer una política de acuerdo a sus deberes morales y no se den cuenta de que ellos hacen lo mismo. Hay muchas cosas curiosas en el mundo de la política.

Decía que la izquierda rechaza el marxismo, pero no por ideas, sino por conveniencia. En el fondo sigue destilando marxismo, estado, control, poder. Se le cambió el nombre. Aunque unos se identificaron con el “comunismo”, la izquierda progre se identificó con la “socialdemocracia”.


P.D. El próximo día: algo más sobre la socialdemocracia.

Del Progreso a “los progres”. Capítulo 2

Je, je, je. Me he dado cuenta de que todavía no he opinado sobre “los progres”, que sólo he dicho lo que creo que son, pero no la opinión que me merecen. Suele pasar cuando quieres hablar de un tema sin que te interpreten mal, a sabiendas de que te interpretarán mal. Ya lo dijo Gorgias en tiempos de Sócrates y se dio cuenta Groucho Marx: citadme diciendo que me han citado mal.
He leído hace poco que “los progres” son enemigos de Occidente y de todo lo occidental. Me parece absurdo, porque son occidentales y quizás sean ellos los que definan mejor la palabra Occidente. El problema es que “los progres” no se conforman con lo que son las cosas, sino con lo que tienen que ser y siempre hablan de un cambio, no pueden estar parados, son partidarios de la revolución permanente.

¿Soy progre? No, evidente no. No odio a los estadounidenses, ni siquiera a Bush. No odio al Estado de Israel y no me gustan estéticamente las palestinas al cuello. No admito que se rechace la religión, como no admito que se rechace la ciencia. No creo que seamos pacíficos y que la paz sea posible en todo el mundo y a todas horas, aunque sea un bonito ideal. Y no estoy en contra del capitalismo, aunque sea satanizado a todas horas incluso por los que no creen en Satanás.

Pero antes de dar mi opinión, seguiré matizando algunas ideas, por si acaso alguien las quiere leer.

Me han dicho en muchas ocasiones que la izquierda no son los partidos socialistas europeos, que la izquierda son los que leen a Savater o a Lévi; de hecho estos dos filósofos se consideran de izquierdas, pero de izquierda renovadora, claro. La izquierda siempre tiene que renovarse. Dos filósofos que se han distanciado de los socialistas, tanto de los que gobiernan en España con Zapatero a la cabeza como de los que se oponen en Francia con Segolène Royale à la téte. Realmente, también me parece absurdo. Primero porque no se creo que la gente lea mucho a los filósofos y segundo, porque no por leer a Shakespeare te conviertes en Romeo o Hamlet, por lo que cualquiera puede leer a Savater o Lévi y no sólo la izquierda. Permítanme un inciso. A propósito de leer, no me preocupa que la Educación para la Ciudadanía de Peces Barba diga lo bueno que es el socialismo y lo malo que son los empresarios, porque quien lo estudie, así lo aprenderá, pero con el tiempo podrá cambiar de forma de pensar y darse cuenta de lo que le hicieron aprender. A mí me ensañaron en democracia que Lenin había sido un salvador de la humanidad, pero que lo castigamos como a Jesús, y evidentemente ya no pienso igual. Sólo espero que algunos estudiantes tengan la suerte de encontrar a un profesor, de tener una familia o un grupo de amigos, que son los únicos educadores y no los planes de estudio, que le enseñen a pensar por sí mismo y no por los libros de texto.

Volvamos a la izquierda. Si no creo que “los progres” lean a Savater, tampoco creo que “los progres” tengan las ideas muy claras en cuanto a economía. Es cierto que muchos “progres” son economistas, pero no hablan de economía en serio, como tampoco lo hacen de la política, sino de “gestión económica”, de cómo hacer que el Estado solucione los problemas del mercado. La idea es indicar un “problema” del mercado y buscarle una solución a través del Estado. Y no importa estar del lado del Estado o del Mercado, ser del Ministerio de Economía o ser un Empresario o un Sindicato. Todos aceptan que hay que estar protegidos por el Estado, no vaya a ser que la gente se vaya a la competencia y dejemos de gozar de nuestros privilegios. La izquierda no habla de economía, habla de gestión y de ahí su gran invento del s. XX: el estado de bienestar.


P.D. El próximo día: del marxismo a la socialdemocracia.

Del Progreso a “los progres”. Capítulo 1

Hace poco me han preguntado qué tiene de malo ser progresista, como si la política la escribiesen buenos y malos y no personas. Me han dicho que un liberal como yo debería tener una respuesta clara, pero me parece que hay que hacer matizaciones.
La pregunta no me parece correcta. Una persona puede y debe de ser lo que quiera. No hay nada de malo en tener una identidad propia, sea liberal, republicano, conservador o “progre”, por ejemplo. Lo malo o lo bueno creo que viene de cómo se quiere desarrollar esa identidad. Y segundo, puede que alguien me identifique como liberal, pero yo no estoy tan seguro de serlo.
El caso es que creo que la pregunta es más bien ¿qué opinas de “los progres”? Sinceramente, creo que es una palabra feísima y difícil de pronunciar. Quizás por eso, la izquierda suele llamarse izquierda y la derecha suele llamarla “los progres”. Es un juego de palabras. Si suena mal, algo de malo tendrá; si suena bien, algo de bueno tendrá. Vaya, ahora digo que la política sí que va de buenos y malos, pero me refiero a la política en el terreno de juego, en el cómo se desarrolla y no en el qué de las identidades.
¿Quiénes son “los progres”? Me temo que “los progres” hoy en día se ven reflejados en un discurso antiamericano, o más bien, antiestadounidense, sobre todo, anti-Bush. Los estadounidenses son malos, son un Imperio y arrasan con todo. De hecho, siempre que puedan pedirán que no se vaya a un McDonald’s o que no se baba Coca-Cola. Suelen incluir una dosis de anti-Israel. Ojo, no antisemistismo. No se trata ya de una relación racial como pregonan los líderes espirituales del antirracismo. Creo que eso es agua pasada. Suelen ser contrarios a la actitud del Estado de Israel o ni siquiera reconocerlo, lo que les lleva a defender a Palestina e incluso las “intifadas”. De hecho un “progre” suele gustarle la estética de llevar una “palestina” al cuello, sinónimo de libertad de expresión; aunque no acepta llevar un velo, sinónimo de sumisión y de sumisión religiosa para más inri. Je, que bien queda aquí lo del “inri”. Ésa es otra característica de “los progres”: sacad a Dios de la sociedad, que nadie hable de él y si lo hace que lo haga a escondidas y entre los suyos, pero que ni se le ocurra manifestarlo. La religión es el opio del pueblo y aunque “los progres” suelan defender el “opio”, no aceptan la religión. Hablan de Estado laico, pero no como el Estado de libertad de culto como quisieron los liberales en siglos ya pasados, sino como Estado ateo.
Alguien me dirá que muchos de los que se identifican de izquierdas también son religiosos e incluso van a misa. Pero eso es entrar en creencias personales o hábitos sociales. Yo habla de identidad política. La izquierda no suele aceptar que la Iglesia se pronuncie. De hecho la izquierda que va a misa, discrepa de que los curas hablen de política o de que España se relacione con el Vaticano. Por otra parte, las identidades pueden ser contradictorias. La identidad no es puramente racional, sino que intervienen lógicas emocionales y de poder en su formación.
Junto a la aversión a los estadounidenses, su rechazo a Israel y su “adiós a Dios”, suelen incluir el pacifismo, la educación para la paz. El problema del pacifismo es que no permite entender la generación del conflicto ni sus múltiples salidas; sólo atiende a una: la paz. Un ideal precioso, “Imagine all the people” que cantaba Lennon; pero no el único. Y digo que es un problema porque la izquierda no sabe definir con exactitud lo que es “la guerra”, el “ejército” o la “defensa”; y se tiene que inventar ironías como los “ejércitos de paz” o “las inervenciones humanitarias”, etc.
Y finalmente, creo que “los progres” son defensores del ecologismo, pero no como defensa de la naturaleza, sino como odio al capitalismo, al desarrollo industrial, en definitiva al progreso que hemos conseguido. Vaya, “los progres” contra el progreso. Sí. Éste no es el “progreso” por el que hemos luchado suelen decir. Hay que cambiar este “progreso”. He aquí la palabra de “los progres”: cambio, un mundo nuevo, un orden nuevo.

P.D. Seguiremos hablando del progreso el próximo día.

viernes, 30 de noviembre de 2007

Mi padrenuestro

Ya para acabar con la trilogía de la religión, permítanme volver a ser cristiano por un momento…

Escúchame Padre estés donde estés, pues no te veo con mis ojos pero sí con los del corazón, pues quizás simplemente quiero creer que existes y así hablar con alguien y que mis palabras sean escuchadas.

Escúchame Padre porque sé que lo harás, pues sólo tú eres Santo, sólo tú señor, como les gusta decir a los que se suben a los altares. Yo jamás lo he sido y mi condición de humano no me lo permite. Ser santo es actuar bien y yo a veces peco, sabiéndolo y sin saber. No siempre actúo bien. Sé que he hecho daño a mucha gente, pero no he podido evitarlo. Yo no soy santo. A lo mejor tú que no estás aquí sí puedes serlo. Dicen que bajaste del cielo y naciste como Jesús y fuiste santo. Yo no lo sé. No te vi, pero me han contado que es posible ser bueno y a lo mejor con eso me basta. Es posible. Ojalá lo sea. Por eso quiero que algún día sea posible. Saber lo que es bueno y lo que es malo y que ese “reino” que nos prometiste, ése en que juzgaríamos sabiamente lo bueno y lo malo, que venga aquí, que se haga realidad entre nosotros. Lo llamo ética y las personas discutimos sobre ella. Las personas, tu reino. Ésa fue tu voluntad según me parece.

El pan nuestro de cada día… el pan que le diste a tus amigos, ese del que unos dicen tomad y comed todos de él… el pan, la amistad, la relación con los demás, el amor… no permitas que nos olvidemos del amor, lo que nos une. No permitas que sólo nos centremos en lo que nos distingue… y aún a sabiendas de que sólo nosotros buscaremos la unión o la distancia, quiero que me lo recuerdes.

Yo soy pecador, me confundo, no siempre actúo bien y no me alegro por ello. Pero lo hago. Otros lo hacen conmigo. Si me doy cuenta a veces pido perdón, otras no porque no tengo tiempo… o ganas, que es lo peor. Cuando otros lo hacen a veces piden que les perdone… Perdón… Una palabra tan pequeña y tan difícil de pronunciar. No siempre perdono. Quisiera saber perdonar, pero todavía no sé lo que significa. Quisiera que me perdonasen, pero cómo pedir perdón si yo no siempre soy capaz de perdonar. Pero quiero. Quiero perdonar y ser perdonado. Quiero admitir que puedo confundirme, que puedo ofender, que puedo pecar… Y desde el arrepentimiento de cuando actúo mal, quiero pedir perdón, que tengan piedad de mí. Y así como lo quiero para mí y para los demás, también lo quiero de ti, Padre. Quiero pedirte perdón y que me sepas perdonar.

Soy débil. A veces caigo en lo que no debo hacer. Y así como te pedí que por favor me ayudes a recordar el amor que nos une, también te pido que me ayudes a recordar que soy débil y que tengo que saber elegir mi camino. Pero soy débil y el mal está muy cerca del bien. Por eso te pido ayuda, Padre. Cuando tenga dudas, hablaré contigo… Cuando quieras hablar con alguien, aquí estaré.

Uno de tus hijos. Tú ya sabes quién. Me fui de casa, a lo mejor porque sabía que la puerta estaría abierta si algún día regresaba.

Religión en las escuelas

Como me ha dado por volverme religioso estos días, hablaré de la religión en las escuelas. Estoy a favor de que se estudie. A lo mejor no cómo se hace ahora en eso que llamamos España, pero sí de que se estudie.
La religión es una dimensión de la persona. Es un vínculo entre las personas y lo sagrado, la divinidad, aquello que trasciende a la persona y se sitúa en otro mundo aunque tenga relación con éste. Dudo que la religión sea natural; más bien supongo que será una invención más del hombre… y de la mujer, claro. Pero es necesario saber que existe la religión y que muchas personas se declaran religiosas. Que la religión ha servido a lo largo de los siglos para entender el mundo, para desarrollar la cultura, para crear ilusiones, para legitimar ideas, para engrandecer imperios y para matar. Que sin la religión muy pocas cosas se podrían explicar.

¿Cómo explicar la obra de Sócrates y Platón sin atender a su religiosidad? ¿Cómo hablar de la Última Cena de Miguel Ángel sin saber lo que es la religión? ¿Cómo explicar el Tíbet?

La religión va más allá de un padrenuestro. Es una dimensión de la persona y por eso creo que debe de ser enseñada. No se puede explicar la sociedad, la política e incluso la ciencia sin acudir a la religión, aunque ésta sólo sirva de contraste, por ejemplo.

Quiero y defiendo el estudio de la religión. Mi problema es cómo se estudia. Se estudia el catolicismo o la historia de las religiones. El primero no me parece un saber, sino una creencia. Los que sean católicos que lo estudien si quieren y los que no lo sean que lo hagan si les da la gana. La historia de las religiones suele ser un reportaje, un viaje, una curiosidad, no un saber. No estoy en contra ni del catolicismo, ni de la historia de las religiones. Ambos pueden servir para formarse y entender el mundo. Pero me gustaría que se estudiase la religión, el hecho religioso, la dimensión sagrada de la persona. El otro problema es que no creo en la educación estandarizada y menos durante más de diez años, pero ese es otro problema.

P.D. Dije atrás que la religión es más que un padrenuestro, pero tengo que explicarme. La religión es más que aprenderse unas palabras, pero el padrenuestro es la forma en que Jesús dijo lo que era la religión, hablar con Dios y empezar diciendo Padre. Escúchame padre estés donde estés…

Laicismo y religión

Hace unos días escribí sobre el cristianismo y la política me ha llevado a volver a escribir sobre él. ¿Por qué es malo ser cristiano? ¿O por qué es bueno serlo? Por qué la política tiene que decir que los buenos o no están al lado o fuera del cristianismo. No entiendo por qué hay que defender la religión laica. El laicismo no es más que el totalitarismo de una religión, la del Dios que No Existe.
No es lo mismo la libertad de religión que el laicismo. Olvidar a Dios es lo mismo que Recordarlo. Eliminarlo de la sociedad es lo mismo que imponerlo. Alguien me dirá que soy un sofista como aquél Gorgias del que hablaba Platón, que tanto decía una cosa como la contraria, pero no. Digo que es lo mismo imponer que existe un Dios que imponer que no existe. Es lo mismo llenar las ciudades de catedrales para recordar que existe un Dios Todopoderoso, que eliminar cualquier tipo de imagen para recordarnos que no existe.

Quizás alguien me diga que no sé de lo que hablo y que el laicismo es la libertad de conciencia y no el ateísmo. Quizás. Pero políticamente, no. El laicismo se ha convertido en el escudo del ateísmo. No vivimos ya en los siglos de la Revolución Francesa y la separación entre el Papa y el Emperador.

Quiero ser libre. Quiero que todos lo seamos. Quiero que las personas libres puedan decidir si hay un Dios o no lo hay o si no les importa. Quiero la libertad de religión. Quiero que cada uno profese la suya. Que uno puede gritar abiertamente que Dios no existe o que uno pueda llevar su imagen por la calle.

Está de moda ser laico, pero el laicismo no es tolerante. Es arrogante y totalitario. Ser aconfesional es una cosa y ser laico es otra bien distinta, ¡qué engañados estamos!

La Constitución
española declara que el Estado es acofensional, que no profesa ninguna religión específica, por tanto, tampoco la del laicismo, la no-religión. Un Estado acofensional debe permitir la expresión religiosa de sus ciudadanos, no reprimirla.
No digo que sea mejor el cristiano o el budista que el laico. Todos son personas. Sólo digo que las personas deben de ser libres de creer o no. Y repito que la libertad de religión no es ser laico. Hablo desde el presente y no desde el pasado.

De la lengua a la historia

Manipular políticamente una lengua como ha aprendido a hacerlo el nacionalismo histórico… y permítanme volver a reírme con lo de “histórico” que como ya dije en alguna ocasión, todo tiene historia y hay cada historia… En fin, decía que manipular la lengua como la ha manipulado el nacionalismo ha abierto la puerta a los intelectuales de las naciones. No sólo se puede manipular la lengua, también la historia.
No me extraña que el nacionalismo gallego, el vasco o el catalán persigan una manipulación de la historia, una interpretación nacionalista de la misma que los legitime y es más, que deslegitime a cualquier movimiento distinto al nacionalista, a la verdad, a la autenticidad. Y digo que no me extraña porque es lo que hizo en su momento Inglaterra y la Gran Bretaña, es lo que hicieron los Estados Unidos de Amércia (del norte, dio yo, y no de todo el norte), es lo que hizo la Gran España, la Alemania que nació de Prusia, etc. Manipular la historia es de las cosas más humanas que uno observa cuando la repasa ¿por qué? Porque la historia ha servido durante muchos siglos como justificación. Lo que es “histórico” - y permítanme sonreír de nuevo - es legítimo. Quizás los que no ven en Grecia el nacimiento de los occidentales, deban repasar que por entonces la mitología servía de justificación, después vino la idea de las religiones en conflicto durante la Edad Media y después la justificación histórica. No rechazo la mitología, la religión ni la historia. Me parece que es obligatorio conocerlas. Pero asumo que son manipulables por el hombre… y por la mujer, claro. Aunque no está bien visto añadir la “coletilla” de la mujer cuando se habla en negativo, siempre positivo. La mujer no es sujeto de la historia, sólo de la parte buena de ella, siguiendo el manual del nuevo feminismo… Decía que la mitología, la religión y la historia son manipulables. No tienen culpa de nuestras desgracias, ni siquiera de nuestros conflictos y nuestras guerras. Son un pretexto para las personas. Bien para unirnos, bien para distanciarnos.
Ahora resulta que la gente se da cuenta de que en los libros de texto que estudian los más pequeños hay diferencias. Que si están subordinados al nacionalismo de la Generalitat en ellos no se habla de España, mas que como un invento de Franco. Que si están subordinados al nacionalismo vasco, en ellos se dice que Euskadi existe desde siempre… Me acuerdo cuando yo estudiaba que los españoles eran muy malos porque los Reyes Católicos habían reprimido el gallego, pero no pudieron con él porque el pueblo gallego supo nacer de sus cenizas y bla, bla, bla… La educación es política y más si es pública. Si es privada ya sabes lo que estudian, pero si es pública estudiarán lo que quieran los políticos.
El problema no es el nacionalismo, es la manipulación de la educación. De la historia, de la lengua o si me lo permiten, de las matemáticas. Imagínense que en clase se estuadiase que las matemáticas no existen y que no sirven para nada. Seguro que alguien se mosquearía. Pues lo mismo pasa con las otras materias. En matemáticas hay un acuerdo básico y se puede distinguir si es mejor estudiarlas de una forma o de otra, si estudiar funciones o probabilidad, pero hay un consenso. En las asignaturas de “letras” no hay consenso, hay un campo de batalla que nadie quiere perder.

P.D. Otro día hablaré de ciencias y letras.