miércoles, 5 de diciembre de 2007

La aventura progresista. Episodio III.

Ya hemos hablado de Marx, Lenin y Rosa Luxemburgo. Hablemos del cuarto pilar del marxismo clásico: Gramsci.
Según el determinismo marxista y el pensamiento materialista, el capitalismo de los burgueses llevaría a la I Guerra Mundial, el proletariado se uniría y alcanzaría el poder, la dictadura del proletariado en la sociedad sin clases. Según la historia, el marxismo se equivocaba. Ni tenía que llegar, ni llegó.

Gramsci fue uno de los que se empezó a dar cuenta de los problemas de la teoría política del marxismo. La gente no es proletaria o burguesa, se hace. Si queremos triunfar hay que hacer que todos seamos marxistas. No por la fuerza como lo hizo Lenin y lo hará Stalin desde el poder, sino a través de la “conciencia” de clase. Lo importante no es ya la estructura material, las relaciones de producción, etc. Sino lo que la gente piensa, la superestructura, la revolución marxista consiste en hacerles pensar que son marxistas.

A Gramsci se le suele llamar revisionario, pero no deja de ser marxista. La teoría marxista era llegar al poder material para crear una nueva sociedad; la nueva teoría es llegar al poder inmaterial, espiritual si se quiere, para crear una nueva sociedad. Más que una revisión, Gramsci propone una nueva estrategia. Es un estratega del marxismo, pero claro, dado el batacazo que se llevó el marxismo, es mejor buscarle otro nombre con otras connotaciones. El poder de los nombres. Nombres y adjetivos, la política y el lenguaje. Cómo me gusta.

Quizás Gramsci se dio cuenta de esto porque estuvo en la URSS y vio el terrorismo de Estado con el que Stalin creaba la nueva sociedad sin clases, aunque con nuevos poderosos y nuevos oprimidos, ¡qué contradicción! ¡Y luego era el capitalismo el que tenía contradicciones internas! En fin. ¡Hip, hip, hurra por las contradicciones! No se trata de un mundo nuevo y feliz, sino de poder una vez más. Seamos claros. El marxismo quiere el poder, no la felicidad. En el fondo es una teoría política, no una filosofía de vida.

De todas formas, Gramsci quedó en el olvido. Fue de los pocos que viajaron a la URSS, je, je… No fue un viaje de placer, sino que se vio obligado a escapar de su Italia natal cunado Mussolini marchó sobre Roma como tiempo atrás lo había hecho Julio César. Decía que se exilió en la URSS y se asustó, pero fue de los pocos, porque la mayoría de marxistas convencidos, los “tontos útiles” como les llamaba Lenin, cantaron las glorias del comunismo de Stalin. Y digo que se quedó en el olvido porque sus ideas no hicieron mella en los economistas marxistas que seguirían diciendo que las condiciones materiales de producción lo explican todo, no fuera a ser que los partidos obreros, comunistas y socialistas perdiesen sus votos de las masas y por tanto, el poder. Pero en cuanto a su estrategia de “hacer marxistas”, perdón, ahora se les tenía que llamar “comunistas” por eso del nombre; en cuanto a su idea de hacer comunistas, bueno mejor buscar otro nombre… ¿Adivinan cuál?… Socialistas ya estaba cogido; Marx había sido malo para el marxismo, por tanto Gramsci lo podía ser para la nueva vía política… Había que crear “progresistas”.

Al ver en lo que se había convertido la URSS, Gramsci no duda en volver a Italia, pero Mussolini tampoco duda en meter en la cárcel a un pensador. Supongo que no hace falta decir que Mussolini es el padre del fascismo, una teoría política totalitaria que bebe del militarismo, el sindicalismo y el socialismo… ¡Ups! No está bien visto decir estas cosas, sé me olvidaba. Otro día hablaremos del fascismo y líderes espirituales.

Una vez en la cárcel, a Gramsci le dio por escribir y allí escribió sus Cuadderni di Carcere. Los escribió con un lenguaje retorcido para que no se le entendiera con facilidad y así poder ser publicado. Buena estrategia. Lo que corrobora mi idea de que Gramsci era un gran estratega.

La idea de Gramsci ya dije cuál era. Lo importante es crear “marxistas”, perdón “comunistas”, perdón “progresistas”… Cada palabra tiene sus connotaciones… Crear progresistas. ¿Cómo? No mediante la fuerza, sino mediante la razón. Hay que conseguir que la gente piense que es “progresista”. Evidentemente se trata de un gran paso democrático. Se abandona la fuerza por la legitimidad de la razón. Lo malo de Gramsci y de sus “progresistas” es que sólo admitirán una razón, la suya… la verdad absoluta a la que aspiraban Platón y Sócrates... La verdad auténtica de San Agustín y la escolástica… ¡Otra gran contradicción! Se creyeron enemigos del cristianismo y anduvieron sus mismos pasos.

Como buen estratega sabía que para “crear” a los nuevos “progresistas” tenía que valerse de armas culturales: ganarse a los intelectuales, entrar en las universidades, ser el ambiente de los “cultos”, apropiarse de la religión y de la educación. En definitiva, adueñarse de los que mandaban en el mundo de las ideas. Una nueva conquista del poder. La “dictadura del proletariado” tendría que dejar de ser material y conquistar la espiritualidad.

Como buen marxista, Gramsci entendía que todo concepto tenía que definir a su enemigo para construirse como tal. Por tanto, el nuevo “progresista” tenía que tener un enemigo… occidente. Claro, no iba a ser su añorada URSS por muy mal que lo estuviera haciendo Stalin; tenía que ser el otro bloque. Es curioso que después de tantos años el “progresismo” siga anclado en las hojas de los cuadernos de Gramsci y casi ningún progre sepa quién fue el autor italiano.

Occidente es el malo, pero como nosotros somos occidentales, hay que buscar las causas de su mal. ¿Quiénes se oponen a nosotros? Los liberales, los conservadores y los católicos. Pues eso es occidente. Liberales que defienden la propiedad privada; conservadores que no quieren que nada cambie; y judeocristianos que se creen los amos de la moral de occidente. ¿Quiénes somos nosotros? Los progresistas, los que cambiaremos el mundo empezando por cambiar Occidente.


P.D. El próximo capítulo: más desconocidos.

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