lunes, 29 de octubre de 2007

11-M

No es fácil hablar del 11-M sin sentir como palpita el corazón y tiemblan los dedos al escribir… Un joven estudiante de farmacia, una señora con su hija, dos nigerianos, un señor leyendo su periódico, dos abuelos con ganas de ver a su nieta recién nacida. Es un 11 de marzo de un año cualquiera. Se suben al tren… A veces recuerdo el relato de una amiga y le pongo voces: “¡Date prisa, Mariam, que tenemos que coger el tren! Ya voy. ¡Que lo vamos a perder, corre! ¡Pues lo perdemos! Claro, como tú no tienes que trabajar. ¡Mierda, lo perdimos por tu culpa!…” Es un 11 de marzo de un año cualquiera… Pero todo está a punto de cambiar… Una explosión estalla con un ruido que calla vidas para siempre… se borran los sueños, las alegrías… de qué ha servido estudiar farmacia, tener una hija encantadora, escapar de un país, leer tantas noticias o comprarle un regalo a tu hijo que acaba de ser padre… Gracias Mariam, gracias. No hay palabras, sólo lágrimas para llorar. Fue un 11 de marzo de 2004.

In memoriam a las 191 víctimas, los 1824 heridos y los millones de corazones rotos.

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