jueves, 25 de octubre de 2007

Del matrimonio homosexual, peras y manzanas y otras frutas

Si uno hace memoria, recuerda el momento matemático en que Ana Botella dijo que “dos manzanas son dos manzanas y una manzana y una pera nunca pueden ser dos manzanas”… ¡Qué argumentación!... ¿Y si uno es un plátano o prefiere la macedonia? ¿Cómo sigue la argumentación?... Estoy de acuerdo con la premisa: una pera no puede ser una manzana; pero no llegamos a la misma conclusión: pera y manzana son frutas, hombre y mujer son personas, dos manzanas son dos frutas y una manzana y una pera son dos frutas.
Pero dejemos por un momento de hablar de frutas y hablemos de política. El matrimonio homosexual se planteó como dos posturas enfrentadas. Por un lado, los luchadores por la conquista de un derecho social, un avance cara la igualdad de los ciudadanos; y por otro, el sector retrógrado y conservador influido por la derecha española y la Iglesia católica que quiere conservar los conceptos de familia y matrimonio católicos. Ésta es la realidad, los buenos y los malos. Repartidos los papeles, 3, 2, 1, rodando… los malos son poderosos, pero los buenos ganan, un final made in Hollywood.
Lo que pasa es que a mí me gusta más "El Padrino" para analizar la política o las tragedias griegas, donde todos son malos y buenos a la vez.
No me trago lo de “los defensores de los derechos sociales y la igualdad de los ciudadanos”… ¿Defienden que es igual un ciudadano que dos ciudadanos?... Creo que no. El “matrimonio civil” supone una “desigualdad social”, ya que dos ciudadanos “casados” gozan de ventajas sociales y económicas sobre un ciudadano “soltero”. Las parejas están por encima de los individuos. Lo que han pedido estos grupos es acceder a ese grupo “desigual” de los “casados”, conseguir sus “ventajas”. No se trata de un “derecho social y cívico” por el que merece la pena luchar, sino una “lucha por conseguir ventajas del Estado”, privilegios que concedían los reyes como se decía en otra época. De hecho, algunos aceptaban conseguir las mismas ventajas pero cambiando el nombre… ¡Qué ilusos!... El nombre lo era todo en la lucha política, se trataba de arrebatar al “catolicismo” uno de sus símbolos, el “matrimonio”… Llamarse de otra forma sería perder frente al enemigo católico. Tan buenos eran y mira lo que escondían. De hecho, no es extraño que primero lucharan por conseguir el matrimonio y luego apoyaran la asignatura de educación para la ciudadanía. No creo que estuvieran a favor de ella cuando el Estado no aceptaba el matrimonio homosexual… ¡Uy, perdón!... Acabada la película, hay que quitarle el adjetivo. Durante la lucha los adjetivos dan poder, “matrimonio homosexual”, pero una vez acabada ya no son necesarios, “matrimonio” a secas.
Y ahora vuelvo a las manzanas y las peras, ¿qué ocurre con los plátanos y las macedonias? ¿Se pueden casar tres personas que se aman y quieren formar una familia? ¿Un harén de mujeres? Recordemos que Calígula amaba a su caballo. Está abierto el debate y los defensores de la “conquista de derechos sociales” tienen campo abierto para tirarse dando vueltas.
Resumiendo. Que se case el que quiera y que lo llame como le de la gana, sabiendo que jode y a quién jode, nada de yo pasaba por allí, pero que por ello, no tenga privilegios sobre los demás.

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