viernes, 30 de noviembre de 2007

Carta sin voz

“Querido amigo:
Gracias por todo lo que has hecho por mí en estos últimos días de mi vida. Sólo me has escrito una carta, pero ha sido suficiente. Mis ojos han vuelto a sonreír y eso que mientras leas esta pequeña hoja… si es que te llega… habrá sido la última vez que hayan sonreído en vida. Cómo llegué hasta aquí, me preguntas. Todo empezó un día. Me monté en un tren sin destino con el único objetivo de conocer el mundo. A mi lado, mi inseparable cámara de fotos, una libreta pequeña y un bolígrafo… El mismo que me sirve para escribir estas líneas, ¿quién me lo iba a decir entonces? Que estaba al lado de mi único y verdadero amigo, un bolígrafo… El tren me llevó a alguna parte y luego a otra y a otra. Al fin contemplé una bella estatua y le saqué una foto preciosa en un día soleado… Pero esa foto marcó las tinieblas de mis días. Antes de que pudiera sonreír por ella, dos personas se echaron encima de mí y empezaron a darme golpes por doquier. Escuché el sonido de una sirena y pensé que estaba salvado. Luego supe que no. No sólo recibí más golpes, sino que unas esposas inmovilizaron mis manos y así entré en una cárcel oscura. No entendí nada de lo que me dijeron. Pedí hablar y hablé hasta que una mano veloz como el viento me cortó el labio. Entendí que ya había hablado bastante. Ni les entendí, ni me entendieron. Luego me llevaron a una sala donde un señor de largas barbas mandaba callar a todos. Seguí sin entender nada. Me señaló. Pensé que era mi turno y me dispuse a hablar. Me equivoqué. Una porra me golpeó en el estómago. No pude decir nada. Hace dos meses de aquel día soleado y ya no he vuelto a ver el sol. Mi pecado: una foto, mi ilusión. Mañana me matarán. No es que lo haya entendido, pero todos los que salen de estas salas oscuras los llevan a una sala continua donde escuchamos su muerte. El único sonido que oímos. Así que gracias por escucharme.”

Aquellos que juzgan por indefensión el hecho de que no sean escuchados, deberían pensar en sus palabras. Indefensión no es la que sufre el arrogante que bajo su identidad rechaza la de los demás. Indefensión es el que sufre porque los demás no aceptan su identidad.

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