domingo, 11 de noviembre de 2007

Ley de Igualdad. La revolución social de ZP

Nos dicen los periódicos del pensamiento único de la socialdemocracia… Por favor, vete desengañándote de una vez, el poder está en los Estados y en los Bancos, no en las personas y en sus riquezas… Pues ellos nos dicen que por fin hay igualdad, porque el gobierno aprobó en su día la Ley de Igualdad ¡Oh, gran gobierno que forjas mi destino!… Por cierto, siempre apostillan que el PP votó en contra de la misma, por lo que deberías entender aunque ellos no lo digan, que el PP está en contra de la igualdad, ya sabes que son malos, muy malos.
Pues por fin hay igualdad porque el gobierno de ZP lo decidió en su momento. Supongo que habrá que cambiar la historia y decir que los liberales franceses, la guillotina y los ríos de tinta en Europa no trajeron la igualdad, ni siquiera la transición española, sino que gracias a ZP y su amigo Caldera, somos iguales.
Al igual que Alfonso Guerra en su momento quiso que a España no la reconociese ni la madre que la parió, Jesús Caldera comenzó la legislatura ZP diciendo que estábamos en el inicio de una revolución social… Bueno, en Galicia, lo tuvo que decir el BNG de Quintana por eso de las coaliciones... Revolución social decidida desde arriba, desde el sabio camino de la socialdemocracia, desde el Estado que sabe lo que es bueno y malo para todos y el que no esté de acuerdo: hereje y a la televisión, la nueva Inquisición… Cómo se parecen nuestros días en este País a viejos reinos…
El caso es que Caldera se llenó la boca diciendo aquello de que íbamos a pasar de la igualdad formal de la democracia a la igualdad real… Aplausos. Eran los días alegres de Caldera que sonreía, mientras la Confederación de empresarios le llamaba la atención. No hemos hablado. No se preocupen, señores. La ley no les dice cómo lo tienen que hacer, eso depende de ustedes… y como no lo hagan, dentro de cuatro años ya hablaremos, je, je, je…
Me revienta la Ley de Igualdad. Estoy en contra de ella, de lo que dice, de cómo lo dice, de cómo se hizo, de cómo se aprobó y de cómo se vendió.
Para empezar, se basa en el principio de la igualdad entre hombres y mujeres, que todos somos iguales, hasta aquí estoy de acuerdo. Pero acto seguido la ley borra el principio de igualdad y lo cambia por las últimas modas del feminismo, es decir, la mujer es diferente al hombre y hay que defenderla porque el hombre es un machista. Como son diferentes hay que proteger la “proporción” entre hombres y mujeres, he aquí el cambio escondido de la ley… Ley de la Proporcionalidad… Proporcionalidad en las listas de los partidos políticos, proporcionalidad en los órganos directivos, proporcionalidad en las comisiones, proporcionalidad en las empresas… Si uno está a favor del principio de “igualdad” no puede creerse esas ideas a favor de la “proporcionalidad”. Si creo que hombres y mujeres son iguales, me da igual que un partido esté compuesto por hombres, por mujeres o por hombres y mujeres, porque considero que todos ellos están capacitados para estar donde están y no “discrimino” por razón de sexo, que no de género… Si estoy a favor de la “proporcionalidad”, lo que defiendo es que la composición de las listas, órganos directivos, comisiones, etc. tiene que distribuirse entre hombres y mujeres porque éstos son distintos, tienen intereses distintos y formas de pensar distintas, y sólo pueden estar representados de acuerdo a la “proporcionalidad”. El principio de igualdad es un principio individual que se refiere a que toda persona goza de ciudadanía, derechos y deberes. El principio de “proporcionalidad” es un principio colectivo por el que un colectivo consigue proteger sus intereses. Lo siento, pero no puedo estar a favor de la Ley de la Proporcionalidad, creo en la igualdad entre hombres y mujeres.
Entiendo que hay diferencias entre cada hombre, que todos somos distintos y que si jugamos con los números, podemos decir que los hombres son distintos a las mujeres, pero también que los hombres de veinte años son distintos a los de cincuenta. ¿De verdad queremos proporcionalidad? ¿Por qué no hacemos listas y consejos proporcionales en todo?… ¡Ah, no! Sólo con el nuevo feminismo, tan lejos de sus inicios... Somos diferentes en la realidad y ninguna revolución social puede crear una “igualdad” real porque cada uno quiere ser un individuo distinto a los demás, con una personalidad propia. No queremos ser iguales. Los demócratas aceptamos la igualdad de partida, pero entendida como un principio, no como un final. No quiero ser como mi vecino, ni mejor, ni peor que él, quiero ser como soy. Igualdad, sí; proporcionalidad, no.

P.D. Ya sé que la gente dirá que en la ley también se habla de la ampliación del permiso de paternidad, de los derechos laborales de la mujer por maternidad y lactancia, etc. Pero para eso existen otras leyes y el estatuto del trabajador. Para eso existe el diálogo social entre quienes trabajan y quienes contratan… y me niego a decir sindicatos y empresas. Para eso no es necesaria una Ley de Proporcionalidad.

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