martes, 13 de noviembre de 2007

Prestige. Fraga Nunca Máis

Recuerdo aquellos días y sobre toda la triste imagen de una playa donde pasé los veranos de mi infancia. Algunos dirán que lo peor era para los marineros que se iban a quedar sin poder pescar, pero hasta que no estuve en aquella playa no se me encogió el corazón. No entendí cómo se podían hacer tan mal las cosas, por qué no se daban respuestas, porque se dejaba hundir un petrolero en la Costa de la Muerte para que el daño se repartiese por todas partes y así todos sufriesemos menos. Me acuerdo que a alguien le dije, lo mejor sería meter el barco en una ría, cerrarla y luego destinar millones de euros para rehabilitarla. Minimizar el problema y centrar las ayudas. Claro. ¿Y quién iba a ofrecer su casa?
Mientras el barco estaba a punto de hundirse, al capitán le daba lo mismo, la armadora del barco se lavaba las manos y el gobierno no sabía qué hacer porque cualquier decisión era mala, surgió un movimiento espontáneo de la gente. Hay que ayudar. El barco se hundió, empezaron a salir malditos “hilillos de plastilina” y la costa se tiñó de sangre negra. La gente se reunió y salió a limpiar las playas. Algunos de forma voluntaria, otros obligados por un sentimiento de amor a la costa y otros obligados por los partidos que querían sacar tajada del asunto.

Recuerdo que comenzó el movimiento Nunca Máis y tomó la voz de esos que se llaman intelectuales gallegos, como Manuel Rivas. El principio era romántico. No queremos más desastres, ya estamos hartos… Pero el movimiento se tornó político. ¡In-com-pe-ten-cia! Se gritaba. Se pedía la dimisión de todo el gobierno de Fraga. Como si otro gobernante hubiera sabido lo que hacer. El emperador de Coruña, Francisco Vázquez I, permite al gobierno de Aznar reunirse en Coruña para tomar las decisiones oportunas, pero la gente lo critica. Vázquez entiende que se tienen que reunir, que es una cuestión de Estado y que tender el brazo a Aznar, supone dinero para el Puerto Exterior. Pero el movimiento Nunca Máis ya no es romántico, es político, es conflicto. Aznar y Fraga son los malos, que se vayan. Aznar y Fraga Nunca Máis.

Ya han pasado cinco años desde aquellos días y leo las mismas opiniones. Quintana se reúne en Carnota con los voluntarios del Prestige y exige que las competencias las tenga Galicia, es decir, el BNG. Ellos sí saben lo que hay que hacer. La culpa no es que ni la Xunta ni el Gobierno central, al que gustan de llamar Madrid, no supieron hacer las cosas. La culpa es que no dejaron al BNG tomar las decisiones. Quiere competencias, pero ¿quién las paga?… ¡Ah! Quiere competencias y dinero… y estar presente en la Unión Europea… poder. A nadie le importa que suceda otro Prestige, lo importante es que si sucede el BNG pueda decidir qué hacer… Competencias, dinero, poder.

Pero el Nunca Máis no sólo era políticamente el BNG, también lo era el PSOE y Touriño que se entera tarde como siempre de las intenciones de su socio Quintana, prepara una contraprogramación: acto en Muxía. ¡Viva el voluntariado!

Uno se queda con cara de estúpido cuando recuerda como el PP organizó el voluntariado y compró las batas blancas del delfín Cuíña. Cuando recuerda como se empezó a destinar dinero público para todas las ciudades afectadas y cómo se hicieron paseos marítimos y se arreglaron farolas. Cuando uno recuerda el dinero que se dio felizmente a las familias. Cuando uno recuerda como el BNG y el PSOE creyeron que la gente de la costa les daría su voto y éstos se lo dieron a los del PP, a fin de cuentas, los que tenían el dinero, por entonces. Uno se queda con cara de bobo cuando escucha alabar desde el poder lo que criticaban desde la oposición. Menos mal que uno ya entiende algo de política y huye de romanticismos.

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