domingo, 11 de noviembre de 2007

Lenguaje sexista y otras tonterías

Dicen que el lenguaje es sexista como si el lenguaje tuviera conciencia propia de sí mismo y hubiese nacido para maltratar e injuriar a las mujeres. Incluso dicen que los poetas que cantaban su belleza las ninguneaban como una mujer objeto, como si fueran un arpa en el ángulo oscuro del salón. El lenguaje es sexista dicen con el brazo en alto y dispuestas a luchar… Por favor, tenía su gracia cuando sólo se lo creían unos cuantos, pero cuando todo el mundo empieza a creérselo el tema se vuelve serio.
El lenguaje no es sexista, es un medio de comunicación, una forma de hablarnos y entendernos. Nosotros, las personas, somos los sexistas, machistas, feministas, cabrones, correctos, etc. No culpemos al lenguaje de nuestro comportamiento. El lenguaje no es sexista, nosotros lo hemos utilizado de una forma, pero puede ser usado de otras mil.
La invisibilidad de las mujeres en la historia es una realidad. Existen muy pocas referencias y en el campo de la investigación social no se les ha concedido la importancia que tienen, por eso estoy a favor del primer feminismo, el que defiende que las mujeres también han sido protagonistas de la historia y de nuestros días y no sólo los hombres. Pero no estoy de acuerdo con el nuevo feminismo, que las mujeres tienen que deshacerse del hombre que las ha sometido a lo largo de los años.
El lenguaje no es sexista. Las personas sí pueden serlo. Las diferencias semánticas entre una palabra en masculino y en femenino, por ejemplo el “amo o dueño” y el “ama de casa”, no son propias del lenguaje, sino que sus significados se han construido en el tiempo. Esas diferencias no las ha creado el lenguaje, sino las personas.
Ahora ya se escuchan nuevas palabras en castellano como “jueza” o presidenta”, pero no “periodisto” o “artisto”. Todo el feminismo se ha unido para decir que “juez” designa al hombre, pero no a la mujer. En fin, si a lo largo de la historia hubiera habido mujeres en la labor judicial sí lo significaría, o si dejásemos correr el tiempo, lo acabaría significando. Pero lo importante es demostrar el poder, la capacidad de llamar a la mujer “jueza” o “presidenta”. ¡Viva la A y abajo la O!
No seré yo quien esté en contra de promulgar nuevas palabras, soy un fiel defensor de que las lenguas están vivas, pero no estoy de acuerdo con el fondo de este nuevo feminismo. La A no es la mujer, ni la O es el hombre. La cesta y el cesto, la casa y el caso no tienen sexo. Son palabras. El lenguaje no discrimina a la mujer; sólo si queremos hacerlo, podemos utilizarlo con tal fin.
Por último, si uno quiere huir del “masculino” como referencia neutra, pues así derivó del latín, ya que considera que daña la feminidad de las mujeres, existen muchas posibilidades en el castellano para no caer en la tontería de los todos y todas. Insisto, el lenguaje no discrimina, pero el lenguaje es política, con A.

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