martes, 27 de noviembre de 2007

Estética o ideología

Llego tarde al debate de las últimas semanas, pero es que no estoy de acuerdo con lo que se debatía. Como siempre dirán los que me conocen.
Me refiero a los altercados en Madrid por la muerte de un “antifascista” acuchillado por un “fascista”.

Sobre el asesinato no hay mucho que discutir. Es un asesinato. ¿O quizás no? Me dicen que Democracia Nacional ha sembrado la duda con una posibilidad, la “defensa propia”. El “asesino” se defendió de un ataque. Defendió su vida y en su legítima defensa mató a su agresor. ¿Cómo saberlo? Que actué la justicia.

En el campo de la política queda la legitimidad o no de los grupos fascistas y antifascistas. Por mi parte no tienen ninguna. Soy demócrata. Entiendo que la violencia sólo la pueden ejercer de forma legítima y siguiendo los procedimientos que marca la ley, las fuerzas de seguridad del Estado. Sumisión de la policía y el cuerpo militar al orden civil. Después, todo es discutible. Fascistas y antifascistas no lo ven así. Consideran que son un grupo que tienen que defenderse a sí mismo y si es necesario hasta con el uso de la fuerza. Es lo que también ocurre con las bandas callejeras, los movimientos latinos o cualquier grupo terrorista. Niegan la sumisión de la violencia a un orden civil estabilizado.

Si uno se declara demócrata tiene que tener esto claro. El fascismo y el antifascismo niegan un principio básico de la democracia, por tanto, ambos son reprochables. He oído a no pocos periodistas hablar de lo malo que son los fascistas y el movimiento neonazi, pero tienen sus reservas cuando hablan del movimiento “antifascista”. ¿Por qué? Porque se engañan a sí mismos. Uno se considera demócrata y se opone al fascismo, por tanto se llega a considerar “antifascista”. Pero no es así hoy en día. La identidad “antifascista” está fuera de la identidad demócrata. Repito, un demócrata está contra el fascismo y luchará con él desde la legalidad y el orden social, no desde el campo de la fuerza. Un “antifascista” no es el que está en contra del fascismo, sino el que no rechaza ninguna vía para enfrentarse al fascismo. Estar en contra del fascismo no nos hace antifascistas y eso hay que tenerlo muy claro.

De hecho, fascistas y antifascistas tienen muchos puntos en común. No puedo decir que son iguales porque una sola diferencia puede distanciar más que mil diferencias, ya que depende de la intensidad de ellas. Y recordemos que uno y otro grupo se identifican a sí mismos por ser contrarios.

Son grupos, unión, lealtad, compromiso, camaradería, vínculos de amistad y proximidad. El individuo queda identificado dentro del grupo. Es muy difícil la individualidad dentro del grupo. A ella sólo acceden determinados “héroes” que son legitimados por el grupo como los “líderes” como Aquiles o Ulises. Es el romanticismo de los grupos. La unión se hace visible por la estética. Ropa, botas, peinados, música. Luego esos grupos se convierten en movimientos. Los líderes les hacen andar. Ya no son un grupo, son un movimiento y como todo movimiento ejercen su fuerza. Me remito a las leyes de la física, por ejemplo. Una fuerza de un grupo en movimiento.

¿Dónde está la ideología? No está pensarán algunos. Son grupos sin ideología, unos fanáticos. No nos engañemos. La ideología es el cemento que une al grupo, el que hace que el individuo asuma una identidad grupal, la que legitima a los líderes, la que pone en marcha el movimiento y la que legitima su fuerza.

Si se quiere combatir a los grupos no democráticos hay que hacerlo desde el campo de la ideología, del pensamiento político. ¿Qué significa estar en contra del fascismo?


P.D. Por cierto, fascista no es todo el que se considera de derechas ni fascista es el que no piensa como nosotros queremos que piense. Lo digo por la extensión del término fascista como el insulto más habitual para descalificar al adversario. Si Chávez quiere utilizarlo, que busque entre sus fotos.

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