lunes, 19 de noviembre de 2007

Partidos políticos. Partidos y políticos.

No creo en los partidos políticos. Sé que existen, desde luego, y lo sé bastante bien… pero no creo en ellos. No creo porque son organizaciones que luchan por el poder sin más. No me vengan con idearios y programas, porque idearios y programas cambian según los intereses y las estrategias de cada partido. Los idearios de ayer ya no son los de hoy ni serán los de mañana. Sólo creo en las personas. En sus verdades y en sus mentiras, en sus capacidades y en sus defectos, en sus logros y en sus fracasos, en la efímera gloria de sus victorias políticas y en su hundimiento cuando salen derrotados, en sus momentos de un ego crecido y en su capacidad para arrepentirse e incluso pedir perdón. Puedo confiar en una persona, apoyarla, dejarme persuadir por ella aunque sepa que me está engañando, pero también puedo criticarla y retirarle mi confianza. Lo que no soy capaz es de darle mi confianza a un partido político. Por eso no soy de ningún partido. Es curioso como la política suele dividir a la gente en partidos. No, no soy de ningún partido. Ninguno puede llevarme al huerto porque ninguno es capaz de demostrarme su arrepentimiento. Una persona puede reconocer su fracaso personal, pero un partido nunca fracasa. Llámame humano. Dime que el cristianismo no me deja pensar. Pero seguiré apostando por las personas.

Aún recuerdo a aquella señora mayor cuando fui a votar por primera vez a mis dieciocho años recién cumplidos. “¡Mira neniño! ¿Aquí a quen hai que votar?” dijo ella. Sonreí y tardé un momento en responder. La pregunta no era “a quién”, sino “cómo”. En su mano sostenía la papeleta del Senado, en ésa que hay que elegir a tres candidatos de entre todos los propuestos por los partidos. Se lo expliqué y lo entendió, pero concluyó sabiamente: “Vaia rollo, eu quero votar o PSOE”. Volví a sonreír. No es tan fácil votar a los políticos, al fin y al cabo, no los conocemos, sólo conocemos a los partidos. Eso pasaba hace unos años y eso sigue pasando ahora. Sé que existen, pero sigue sin creer en ellos.

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