miércoles, 28 de noviembre de 2007

Sobre el nacionalismo

He leído en alguna parte que todos somos nacionalistas. Que si uno dice que no lo es, está mintiendo. Que eres nacionalista catalán o español. Supongo que valdría el ejemplo para las otras graciosas nacionalidades históricas, y digo graciosas, porque todo es histórico, todo tiene historia. Pues eso, que o eres nacionalista vasco o español, o nacionalista gallego o español. Por tanto, las críticas hacia el nacionalismo de los catalanes, vascos y gallegos, vienen del nacionalismo español, el enemigo.
Permítanme un pequeño comentario: No soy nacionalista. Por tanto, el argumento de antes o no tiene sentido o no puedo opinar. Ah, claro, tengo que justificar que no soy nacionalista… ¿Por qué? ¿Acaso ellos justifican que lo sea? No. Por tanto, si ellos no tienen que justificar sus dogmas de fe, ¿por qué hacerlo yo?
Yo lo haré porque creo que puedo pensar y no admitir todo lo que me digan. No soy nacionalista y no miento ni engaño a nadie. No creo en el nacionalismo. Evidentemente sé que existe como fuerza política, pero no creo en él.
El movimiento nacionalista empezó siendo una teoría para justificar por qué una asamblea podía decidir con independencia de las decisiones de cada individuo que la formaban. Esa teoría dio vueltas y vueltas, se aliñó con la concepción del Estado, culturas, lenguas, razas y unas esencias de romanticismo y dio lugar a lo que hoy llamamos nacionalismo… por supuesto con la fuerza de las armas como todas las ideas. El nacionalismo viene de aquellos momentos gloriosos de la revolución francesa. ¿Quiénes somos? El tercer Estado que diría Sièyes ¡coño, la palabra Estado! ¿Y qué queremos ser? La Nación. El Estado-Nación. Sí. Es así. Estado y Nación se las inventó el hombre, no existen fuera de él. Son creaciones. De hecho no existen hasta después de las revoluciones liberales. Las naciones antes no existían, evidentemente Hispania, Gallaecia y demás eran territorios y la gente tenía vínculos de sangre y de vasallaje, pero ni los Reyes Católicos ni los celtas sabían de nacionalidades.
La nación es un invento político. Una asamblea se reúne y se constituye en nación o como lo explican los profesores: al principio hay una Asamblea Constituyente, luego se propone una Constitución y a partir de ahí se hacen Asambleas Constituidas.
El nacionalismo tiene actualmente dos visiones. El nacionalismo que venció en la guerra por su significado, el nacionalismo que cree que existe la nación, que tiene una cultura, una lengua, etc. La otra acepción se ha buscado un nombre propio: el patriotismo constitucional. La nación acaba en la constitución. Ambos tienen todavía mucho que lidiar.
Por mi parte, no estoy de acuerdo con aquella invención de la “nación”. No entiendo por qué una asamblea tiene derecho sobre mí si yo no lo he decidido así. Lo asumo porque vivo en ese contexto, pero no lo comparto.
Seré liberal, republicano, demócrata o simplemente una persona, pero no soy nacionalista y puedo criticar el nacionalismo español, ya sea de los “nacionalistas”, de los “patriotas” o de los “constitucionalistas”; y también el nacionalismo “catalán”, “vasco”, “gallego” o el de “Villalba”.

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