sábado, 24 de noviembre de 2007

Haciendo memoria no tan histórica

Me acuerdo cuando algunos políticos tachaban a Trillo de asesino y culpable de los soldados fallecidos en el malogrado Yak-42 o cuando se veían pintadas con el objetivo de un arma apuntando a Aznar. No defenderé y o a Trillo y la mala gestión política y humana de aquel trágico suceso, como tampoco defiendo ni a Rajoy ni a Fraga en la desastrosa gestión del Prestige ni a Aznar y sus idilios de grandeza en la foto de las Azores, ni a Acebes titubeando ante las cámaras tras el atentado del 11-M. No los defiendo, pero no significa darle carta blanca a quienes estaban al otro lado.
Los que ahora reclaman limpieza política, pacto, unión en política exterior y luchar juntos contra el terrorismo son los mismos que antes no daban su apoyo. ¿Qué ha cambiado? Que los que tenían el poder, pasaron a la oposición y a ver que desde ella no pueden conseguir lo que quieren; y los que estaban en la oposición están ahora en el poder y no se acuerdan de aquellas tardes en que podían disentir y negarse por sus principios a colaborar con el gobierno.
Los que apoyaron las manifestaciones contra Fraga y el PP, los que rompían sus mítines y sus conferencias porque decían que estaban destruyendo Galicia, son los que hoy en día piden colaboración institucional. ¡Que se deje funcionar a las instituciones! Ahora son los del PP los que ven que todo se está destruyendo y se oponen a lo que hace el gobierno. Es gracioso, pero es la democracia. Lo que ayer estaba bien, hoy está mal. Ayer estábamos contra el gobierno o a favor de él, ahora hay que estar con ellos o contra ellos. Así éramos antes y así somos ahora. Si gobiernan los nuestros todo lo hacen bien, no por gobernar, sino porque son los nuestros. Si gobiernan los otros todo lo hacen mal, no por gobernar, sino por ser los otros. Al final no se trata de gobernar o gestionar, sino de buenos y malos. Si somos nosotros o son ellos. Todavía seguimos creyendo que la política se escribe con buenos y malos como aquellas películas de indios y vaqueros.
Me acuerdo cuando Zapatero se alzó con la Secretaría General del PSOE, que no Presidencia que suena mal y poco socialista. Una de sus primeras ideas fue enunciar sus principios: talante, respeto, diálogo y pacto. Creí que algo había cambiado. Lo creí realmente, pero a continuación me pregunté, ¿por cuánto tiempo? Hasta que el poder le convenza de que los principios tienen finales. Estos son mis principios, pero si no te gustan tengo otros que diría el gran Groucho Marx.
La definición de talante es un poco ambigua y no creo que haya que tener siempre el mismo talante, pero sí creo que Zapatero ha sabido estar a la altura cuando ganó las elecciones y no saltó de alegría o últimamente cuando defendió el respeto a Aznar en la Cumbre Iberoamericana. El respeto es otra de las virtudes de Zapatero, aunque no de su gobierno y me remito a todos los ministros de segunda fila y a la mente estratégica del PSOE, José Blanco, el Zaplana de la izquierda. Pero diálogo y pacto se han convertido en una auténtica falsedad. Diálogo no hay cuando no se escucha a las partes, hablar con ellas no es dialogar, es dejar hablar, respeto. Ha habido respeto, se ha dejado hablar a todos, pero no ha habido reflexión, no ha habido diálogo. ¿Qué argumentos han estado en juego? Ninguno. El gobierno tiene sus ideas, que no razones, no tiene por qué justificarse y actúa porque es el gobierno, dirige la política porque para eso es el poder ejecutivo, pero no tiene que argumentar, debatir, enfrentar ideas. Sólo han valido las suyas. Hay respeto, pero no diálogo. Y finalmente pacto. Pacto sobre qué y con quién. Creí que se había llegado a un gran pacto contra el terrorismo. Idea que propuso Zapatero y no Aznar. Se llegó a uno, a lo mejor no al mejor, pero a uno y desde el cual, se podía reconstruir. Hacerlo mejor. Muchos se habían quedado fuera, algunos por estética más que por ética, pero estaban fuera. Hacer un pacto es establecer un punto en común. Lo había, pero dejó de existir. El PSOE argumentó que según el pacto, el gobierno marcaba la estrategia antiterrorista; pero se confundió, eso lo decía la constitución y no puede ser de otra manera. El pacto marcaba las líneas comunes para combatir el terrorismo. Era un pacto, un acuerdo. PSOE y PP no querían pacto y lo mataron, ambos lo mataron. ¿De quién fue la culpa? Yo no hablaría de culpas, sino de éxito. ¿De quién fue el éxito de deshacer el pacto? Ninguno lo quería. Fin del pacto, fin de la esperanza. Principio de la lucha con las cartas boca arriba. Ni buenos, ni malos. Políticos y política.

No hay comentarios: